
“Hasta ahora, cuando pensaba en la escuela, siempre se me venía a la cabeza la guerra”
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"Las personas con discapacidad pueden tener éxito si los padres, escuelas o la comunidad trabajan juntos para crear un ambiente positivo que les permita superar sus dificultades", esta es la decidida visión de Samer Hussein, la madre de Ali, un niño de 13 años refugiado de Palestina en Siria, que sufre una discapacidad auditiva.
El campamento de Sbeineh, 14 kilómetros al sur de Damasco en Siria, era el hogar de 25.000 refugiados de Palestina. En 2013, el campamento fue escenario de enfrentamientos armados. La lucha causó daños muy graves en los hogares e infraestructuras. A raiz de la intensificación de los combates, la población que vivía en el campamento tuvo que huir y ha permanecido cerrado para civiles desde el 7 de octubre de 2013. El 30 de agosto de 2017 se permitió oficialmente a los civiles volver a entrar. Se estima que hasta el momento han vuelto 2.500 familias de refugiados de Palestina, y se espera que otras 1.000 regresen en los próximos meses.
En el momento en que Siham entró en la habitación, esta mujer de 82 años preguntó a los organizadores del evento dónde estaba su hermana menor, Hamida, de la que desconocía su paradero por completo. No tuvo que esperar mucho tiempo. Al examinar la habitación, Siham vio a su hermana 6 años menor: "no puedo describir el sentimiento". Hamida tampoco: "no esperaba ver a Siham. Nos abrazamos y lloramos mucho".
Lara al-Tahan tiene 15 años y no puede creer que esté en Damasco de nuevo: "no venía desde hace cinco años. Me he emocionado cuando el autobús se acercaba a la ciudad, mi corazón se ha acelerado".
140 jóvenes estudiantes de la Escuela Caesaria de UNRWA en Tyre, Líbano. Asombrados, sorprendidos, sonriendo, divirtiéndose al ver al mago humanitario, Jamie Jibberish, materializar su amplia gama de trucos de magia. El programa "Magic for Smiles" forma parte de las actividades de apoyo psicosocial del programa de educación de UNRWA para niños refugiados de Palestina.
Estudiante de quinto año en la Facultad de Medicina de Damasco, Shrouq Kassab, de 23 años, es enérgica y trabajadora, siempre con la esperanza de convertirse en cirujana algún día. "Ahora soy voluntaria como doctora en el distrito de Yalda, en Damasco, una vez al mes", explica con entusiasmo, sentada en el suelo de una habitación que comparte con otras cinco familias.
Myasar Othman dobla cuidadosamente las mantas de sus hijos en su habitación en el Centro de Formación de Damasco, al suroeste de la ciudad. Madre de tres hijos, de 40 años de edad, ahora vive en estas instalaciones de UNRWA, que albergan en sus aulas a más de 180 familias de refugiados de Palestina desplazados por la guerra. De pie, detrás del montón de mantas dobladas, Myasar tiene una mirada cansada en su rostro: "nuestras vidas siempre han sido muy difíciles y llenas de una lucha continua".
Ma'moun Mersal, refugiado de Palestina en Siria, logró huir de una Siria en guerra hace tres años. Viajó a Líbano con sus tres hijos, su mujer y su madre: "dejamos Siria por la guerra, la destrucción, el hambre y el asedio. Fuimos a Líbano para buscar un refugio seguro, pero nos enfrentamos a muchas dificultades aquí", explica Ma'moun.