Cuando perdemos las cosas básicas para la vida, significa que estamos muriendo. Esto es lo que está sucediendo aquí en Gaza, donde una gota de agua puede significar muerte en vez de vida.
Bashar tiene 12 años y vive en Gaza. Todos los días sale a jugar al futbol con sus vecinos en una calle cerca de su casa. Siempre se pide ser portero, es lo que más le gusta. El viernes por la mañana, en vez de salir a jugar al futbol, Bashar le pidió a su madre ir a las manifestaciones que, desde hace unas semanas, tienen lugar todos los viernes junto a la valla fronteriza de Gaza, que separa la franja de Gaza de Israel.
La mujer en la imagen se llama Hakma Atallah, tiene 105 años y desde hace 70 años es refugiada de Palestina. En 1948, cuando tenía 35 años, Hakma tuvo que dejar su casa, su pueblo y huir con su familia. Llevando consigo tan solo lo que podían cargar sobre sus espaldas. Huyeron de un pueblo a otro hasta que llegaron a Gaza donde se quedaron en tiendas de campaña.
#StopAgresionesEnGaza Mohammed Ayoub, un niño de 15 años, moría en Gaza de un disparo en la cabeza lanzado por la fuerzas israelíes muy cerca de la frontera. Con él suman ya decenas las personas asesinadas, cuatro de ellas menores de edad, mientras participaban en las protestas pacíficas que reclaman desde la franja de Gaza el derecho al retorno de los refugiados y refugiadas de Palestina.
La llegada a un paisaje diferente de manera precipitada, sin maletas, con las llaves en el bolsillo y sin otro plan que retornar tan pronto como sea posible. La huída de un campo de refugiados palestinos de Siria al Líbano despierta el recuerdo de la Nakba transmitido generación tras generación. El peligro ahora es la falta de ayudas y algo que nunca antes había ocurrido: la disipación de las familias.
Tras las intensas operaciones militares en Guta Oriental, unas 130.000 personas abandonaron esta zona bajo asedio en marzo de 2018. La ONU calcula que más de 83.000 personas se han desplazado a refugios colectivos en la provincia de Damasco. De acuerdo con los informes de UNRWA, unas 600 familias refugiadas de Palestina (2.600 individuos) permanecían en la zona a finales de 2016. En la segunda mitad de marzo, UNRWA llevó a cabo varias misiones para evaluar las necesidades en ocho refugios colectivos establecidos por el gobierno, con el objetivo de identificar las necesidades más urgentes de los refugiados de Palestina desplazados de Guta Oriental. Hasta finales de marzo se identificaron a 157 familias refugiadas de Palestina, a las que se les proporcionó asistencia de emergencia, como alimentos, colchones, mantas y kits de higiene.
"Solo vivo por mis hijos. Ellos son mi vida. Quiero que tengan una vida decente y la esperanza de un futuro maravilloso y mejor ", dice Nesrine.
Sentada al frente de su clase, Tala Al-Masri tiene los ojos brillantes y atentos mientras persigue su sueño de una educación en la escuela elemental de UNRWA Co-Ed B Zaytoun en Gaza. A pesar de haber nacido con un impedimento visual severo, que la dejó con poca luz en sus ojos, la pasión de Tala por aprender ha sido clara desde que era una niña. "Tala es una de las alumnas más activas y maravillosas de la escuela", la describe la directora de la escuela, Itaf Adel Hadi.
Mientras recibía tratamiento para su cancer de hueso, Jarah permanecía despierto por las noches soñando con su futuro como montañero. Tan solo tenía 15 años y sufría largos episodios de insomnio después de que los doctores le amputaran la pierna derecha. Pero él se negó a dejar que eso arruinara sus planes. Jarah, un refugiado de Palestina que entonces estudiaba en una de nuestra escuelas en el sur de Amman, en Jordania, estaba decidido a seguir adelante. Ahora tiene 22 años y es un escalador profesional y la semana pasada comenzó su mayor desafío: ascender al campamento base del Monte Everest.
Cuando Rana Mahmoud Halabi (33) habla de su cómoda vida antes de la guerra, sus ojos se iluminan. Su marido solía pescar carpas y tilapias en el rio Éufrates. Ella lo ayudaba a limpiar la pesca del día y después la llevaban al mercado. “Raqa era una ciudad muy agradable”, dice Rana. La guerra puso fin a todo eso, forzó a sus hijos a dejar la escuela y a su familia a endeudarse. La asistencia en efectivo de UNRWA les ayuda a rehacer su vida.
"Me gusta mucho leer, es lo único que me puede transportar a otros mundos. Cuando mi familia sale de casa y no puedo ir con ellos, no necesito que mi madre se quede conmigo, solo le pido que me deje un libro. Mientras lo leo, siento ganas de salir de mi cuerpo y viajar a todos los lugares de la historia", dice Zena, una niña de diez años de ojos brillantes que asiste a la Escuela de Niñas de la Primaria Maen de UNRWA en Khan Younis, en la franja de Gaza, mostrando su amor por la literatura.
El Ayuntamiento de Oviedo, ha realizado una contribución por valor de 15.000 euros para continuar la labor de apoyo psicosocial de UNRWA en la franja de Gaza, que lleva realizando desde 2005 a través del Programa de Salud Mental. Este programa tiene como objetivo ayudar a la población refugiada de Palestina en la franja de Gaza que ha perdido su capacidad para hacer frente al deterioro de las condiciones que le rodean, caracterizadas por altos niveles de violencia y desgaste económico.
