
“Mi trabajo es lo único que me anima a seguir adelante”
enero 16, 2024 1:05 pmDurante los últimos 100 días, Ahlam ha ayudado a organizar entregas de ayuda humanitaria a…
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“No sentí alegría por la llegada de mi bebé. Siento lástima por él y por…
Una orden de desplazamiento no tiene las mismas consecuencias para todas las personas desplazadas. Hay…
Los centros vocacionales de UNRWA desempeñan un papel muy importante al asegurar que el alumnado encuentre empleo una vez que finalizan los estudios.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, visitó el sábado el campamento de Baqa'a en Jordania, donde viven cerca de 120.000 personas refugiadas de Palestina.
Un consejero psicológico de UNRWA, que pidió permanecer en el anonimato, comparte sus experiencias de manera sincera y desgarradora.
En el mes de junio, cientos de civiles, incluidos refugiados y refugiadas de Palestina, han sufrido debido a los enfrentamientos en suroeste de Siria.
Ranya al Musa, de 34 años, tiene tres hijas de entre seis y doce años. Las ha criado sola desde que su esposo desapareció en 2012. "Mi hija pequeña tenía solo un mes cuando mi esposo desapareció", dice ella. El único ingreso de la familia es la ayuda en efectivo de UNRWA. “Sobrevivimos con fideos y patatas. Ahora que he recibido ayuda en efectivo compraré un poco de pollo", explica.
"Las personas con discapacidad pueden tener éxito si los padres, escuelas o la comunidad trabajan juntos para crear un ambiente positivo que les permita superar sus dificultades", esta es la decidida visión de Samer Hussein, la madre de Ali, un niño de 13 años refugiado de Palestina en Siria, que sufre una discapacidad auditiva.
Zahra camina entre los pupitres mientras treinta niños y niñas le siguen con una mirada de admiración. La profesora se inclina sobre una de las mesas para corregir un cuaderno, después avanza hasta la otra punta de la clase para contestar una duda. Como sus estudiantes, Zahra está un poco nerviosa pero, a la vez, emocionada. También es su primer día de clase.
Estudiante de quinto año en la Facultad de Medicina de Damasco, Shrouq Kassab, de 23 años, es enérgica y trabajadora, siempre con la esperanza de convertirse en cirujana algún día. "Ahora soy voluntaria como doctora en el distrito de Yalda, en Damasco, una vez al mes", explica con entusiasmo, sentada en el suelo de una habitación que comparte con otras cinco familias.
Myasar Othman dobla cuidadosamente las mantas de sus hijos en su habitación en el Centro de Formación de Damasco, al suroeste de la ciudad. Madre de tres hijos, de 40 años de edad, ahora vive en estas instalaciones de UNRWA, que albergan en sus aulas a más de 180 familias de refugiados de Palestina desplazados por la guerra. De pie, detrás del montón de mantas dobladas, Myasar tiene una mirada cansada en su rostro: "nuestras vidas siempre han sido muy difíciles y llenas de una lucha continua".