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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - “Fui estudiante en esta escuela y hoy vivo en ella” 

“Fui estudiante en esta escuela y hoy vivo en ella” 

El camino a la escuela de Abdelhadi, de 14 años, siempre estuvo lleno de conversaciones, juegos y diversión. Él y sus compañeros de clase compartían secretos, alegrías, pequeñas discusiones sin importancia y hasta la comida. En ese camino y en la escuela misma, los niños crearon recuerdos y fueron formando sus personalidades para el futuro.  

“Éramos siete. Íbamos juntos a la escuela todos los días, hacíamos el camino de casa a la escuela, hacíamos fila en la asamblea de la mañana y nos sentábamos juntos en clase”, cuenta Abdelhadi. 

La escuela era el lugar donde Abdelhadi pasaba la mayor parte de su tiempo y se convirtió en su punto de referencia. Pero ahora, esa escuela ya no es un lugar para aprender y sus amigos han sido asesinados o están desplazados. Esto es lo que Abdelhadi recordará con dolor para siempre.  

La escuela de Abdelhadi está cerca del centro de salud de UNRWA en Deir al-Balah. Ahora es un refugio para personas desplazadas de otras partes de Gaza. “Solía tener clases aquí. Fui estudiante en esta escuela y hoy vivo en ella. Desafortunadamente, mis amigos no están conmigo”.  

De las más de 24.600 personas asesinadas en la franja de Gaza desde el 7 de octubre, el 70% son niños, niñas y mujeres. La infancia está completamente rota. “Éramos un grupo maravilloso de amigos, pero perdí a tres de ellos. Que descansen en paz”. 

Además, la destrucción del sistema educativo es otro de los resultados más dolorosos de la violencia y con consecuencias a largo plazo. Más de 625.000 estudiantes gazatíes no tienen acceso a sus clases desde octubre. “Quería ser policía. No sé si mi sueño se hará realidad. Tal vez algún día”, dice Abdelhadi, mientras mira con nostalgia el aula donde solía tener clases y compartía tiempo con sus amigos asesinados.  

“Cuando no llevaba mi almuerzo a la escuela, mis amigos compartían sus comidas conmigo. Nunca sentí miedo al hambre cuando estábamos juntos, porque siempre compartíamos la comida y hasta el dinero”.  

La matanza de niños y niñas, la pérdida de familiares, la privación de alimentos y agua, el bombardeo continuo, la destrucción y las pésimas condiciones en los refugios han convertido la vida de cualquiera niño y niña en un infierno.  

La población de Gaza antes del 7 de octubre ya sufría miseria y pobreza, pero sus condiciones de vida han empeorado y corren peligro de morir en cualquier momento, no solo por los bombardeos, también por las enfermedades y la falta de comida, agua y medicamentos.  

Las esperanzas en un futuro mejor para las generaciones jóvenes han sido destruidas por la violencia y han pasado de aprender en las escuelas a refugiarse en ellas, sin saber hasta cuándo.  

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