Un programa de UNRWA reivindica ‘El derecho a jugar’ de los niños refugiados palestinos

En 2003, en medio de la segunda intifada, el programa de UNRWA “El derecho a jugar”, comenzó a operar en el territorio Palestino ocupado (tPo). Aunque todavía estaba empezando, se dedicó a establecerse como un programa único y muy valorado en la vida de los niños palestinos. Operar dentro del tPo es difícil, lleno de desafíos. Dadas las claras similitudes entre las metas de este programa y las de UNRWA por la creación de un cambio positivo en la vida de los niños y jóvenes refugiados palestinos, se formó rápidamente una buena relación que ahora permite a “El derecho a jugar” trabajar con los estudiantes en las escuelas de la Agencia y ofrecer un apoyo logístico vital, consejos de seguridad y echar una mano que resulta alentadora en los primeros años. Fue el punto de partida de una larga y significativa unión entre las dos organizaciones.

Hoy, el programa sigue trabajando estrechamente con la Agencia por el cumplimiento de estas metas compartidas bajo dos áreas temáticas: la mejora de la calidad de la educación y la construcción de comunidades pacíficas.

“El derecho a jugar” utiliza el juego y el deporte como herramientas para el cambio del comportamiento social y para fomentar el desarrollo físico, cognitivo y social de los niños, para que puedan aprender habilidades importantes en la vida como la resolución de conflictos y técnicas de construcción de la paz, y mediante la mejora de la educación básica y la promoción de una evolución saludable a través de juegos y deportes. Al vivir en un estado de conflicto permanente, los niños palestinos se benefician enormemente de la oportunidad de jugar, siendo el deporte una herramienta agradable para los profesores y estudiantes por igual.

Basado en el desarrollo del niño, “El derecho a jugar” implementa diversas actividades como la formación de profesores para mejorar su capacidad de planificar y ejecutar con eficacia las actividades de juego y las basadas en el deporte, o el desarrollo de su capacidad en lo que respecta a la gestión de grupos y sus comportamientos, habilidades de comunicación, promoción de la inclusión, protección infantil, seguridad y las etapas de desarrollo del niño. El programa también lleva a cabo torneos deportivos en las escuelas de UNRWA en los que se utiliza el deporte como una herramienta para los niños y jóvenes para que aprendan habilidades y valores como el trabajo en equipo, la cooperación, el juego limpio y el bienestar físico.

La escuela primaria de Khan al-Ahmar, donde van los niños beduínos de la tribu cercana de Jahalin, es un ejemplo del compromiso de “El derecho a jugar” con las comunidades marginadas y vulnerables. Situada en la zona C, la escuela está bajo amenaza continua de demolición, y los estudiantes y profesores están cansados por la constante sensación de incertidumbre. El programa aquí es un alivio, ofreciendo a los jóvenes niños beduínos una forma constructiva de expresar sus frustraciones, así como de fomentar un desarrollo saludable, tanto física como psicológicamente.

Al respecto, el jefe del programa en Cisjordania, Muhannad Beidas, señala: “durante muchos años “El derecho a jugar” ha sido – y sigue siendo – uno de los socios importantes de la Agencia en el área de educación. El trabajo llevado a cabo en las escuelas de UNRWA se ha visto reflejado positivamente en el desarrollo del bienestar de los niños. Las actividades dirigidas a ellos y a los estudiantes marginados en particular, apoyan la implementación de las políticas inclusivas de la Agencia. Los maestros también reciben una formación que les apoya en la confección de un mejor plan de estudios para los niños y la creación de un ambiente propicio para el aprendizaje”.

Haciéndose eco de esta reflexión, la manager de área Ghada Rabah, dice que el programa “tiene una asociación única y de apoyo a UNRWA, cuyos objetivos estratégicos son similares a los nuestros. Ambos enfoques se centran en las zonas marginadas y en servir a los niños y jóvenes mediante la promoción de un aprendizaje activo y de colocar al niño en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje”.

Después de haber trabajado dentro de la comunidad de refugiados de Palestina durante más de 65 años, el programa de educación de la Agencia busca constantemente mejorar sus servicios a través de una cooperación dinámica con las organizaciones socias. Su asociación con “El derecho a jugar” es un poderoso ejemplo de cómo estos esfuerzos pueden tener un impacto positivo y duradero en las vidas de los niños y jóvenes refugiados.