Un hogar en el campamento de Bekaa tras huir de Siria

Sólo hay un campamento de refugiados de Palestina en el Valle de Bekaa, en Líbano, y los que huyen de Siria en busca de seguridad no tienen más remedio, en muchos casos, que permanecer entre los huertos de este valle.

Um Tareq, que llegó a Bekaa desde Siria, se estableció en un pedazo de tierra en el que encontró una construcción de paredes agrietadas y sin techo. Resultó ser un gallinero, que antes había servido para custodiar a las aves de corral, pero ella la convirtió en un refugio para su familia cubriendo el espacio abierto con nylon y cartón para mantener seco el interior. A pesar de que no puede usar estufa y de que tiene que caminar con sus hijos a la escuela en Bar Elias de UNRWA, está decidida a encontrar algo de normalidad para sus hijos.

En otro de los huertos del valle, en Qub Elias, Um Mahmoud y tres de sus hijos viven en la planta baja de una tienda sin terminar. Llegaron en otoño de 2013, huyendo de la violencia en el campamento Husseinieh, en Damasco. “La tienda no es un buen lugar para vivir”, asegura esta mujere que explica que la falta de electricidad les mantiene en la oscuridad, a no ser que se abran las puertas. “Pero por lo menos hay un techo que nos proteja de las heladas y la lluvia”, añade. El alquiler que paga es de alrededor de 145 euros, un precio que logra cubrir gracias a la asistencia de UNRWA, pero asegura que “el dinero se evapora en un día, debido a la subida de los precios y las deudas”.

Los desafíos a los que se enfrenta Um Mahmoud no terminan ahí. Dos de sus hijos permancen en el suelo bajo unas mantas. “Mis hijos no están dormidos, sino que están paralizados”. La familia de Um Mahmoud también recibe apoyo médico de UNRWA, pero el desplazamiento, la pobreza y la situación de los niños hacen que la situación de la familia sea precaria.

“Si no fuera por UNRWA, nadie se preouparía por nosotros”

Algunos refugiados de Palestina procedentes de Siria han llegado a las zonas urbanas de Bekaa, como la localidad de Al Marj, donde un trozo sin asfaltar de tierra en las afueras de la localidad se ha llenado de tiendas de lona. En muchas de estas tiendas viven al menos cinco miembros de una familia, como sucede en el caso de Um Ahmed que huyó de Yarmuk junto a sus cuatro hijos. La altura de la tienda hace que apenas puedan permanecer de pie, pero se las arreglan para dormir, sentarse, comer y vivir allí. “Doy gracias a Dios porque tenemos un hogar”, dice Hana, una de sus hijas. Um Ahmed también ha logrado mantener una cierta esperanza. “Si no fuera por la Agencia, nadie se preocuparía por nuestra existencia aquí, sin estado, sin tierra y sin sustento. Pero nosotros, que hemos soportado dos veces el desplazamiento, damos gracias a Dios por sus bendiciones y a UNRWA por su generosa ayuda”.

Hasta enero de 2014, UNRWA ha registrado a alrededor de 51.000 refugiados de Palestina procedentes de Siria. Para responder a sus necesidades humanitarias se necesitan 65,5 millones de euros.