“Todo lo que pedimos es protección, que nuestros hijos tengan una vida normal y segura”  

La violencia israelí somete constantemente a la población palestina en Cisjordania, incluidos los campamentos de personas refugiadas de Palestina que tienen una media de dos incursiones militares al día. En Jenin, por ejemplo, uno de los campamentos más afectados por las incursiones, la población es víctima de intimidaciones, ataques con gases lacrimógenos, balas de goma o, incluso, munición real.  

Recientemente, el campamento de Jenin ha sufrido la violencia israelí de una manera abrumadora. Las personas refugiadas de Palestina suplican protección ante la escalada de violencia y la falta de perspectivas para una solución próxima.  

Las familias allí viven con mucho miedo de que el ejército israelí irrumpa en sus hogares en cualquier momento. Mohammed, de 20 años, explica que la madrugada del pasado 26 de enero, un grupo de soldados entró en su casa, lo ataron y encerraron en el baño, retuvieron a su esposa e hijos en otra habitación y ellos acamparon en el salón de su casa desde donde iniciaron un tiroteo. 

“Pensé que eso iba a ser todo, que todos íbamos a morir”. Mohammad temió por su vida y la de su familia. Cuando los soldados abandonaron la casa horas después, todo quedó patas arriba y su familia conmocionada. En su dormitorio, el techo quedó negro por el humo de las armas utilizadas por los soldados. “Era como una zona de guerra”, concluye.  

En lo que va de año, 64 personas han muerto a causa de la violencia en Cisjordania, de ellas, 14 en Jenin. 

“No hay nada más doloroso que hacer este viaje casi a diario al cementerio para enterrar a personas jóvenes”, dice Majed, refugiado de Palestina en Jenin. Su hijo es paramédico y ayudó a los heridos durante la última incursión de las fuerzas israelíes.  

Hiba, esposa de Majed, explica la frustración que siente al pensar en el futuro de sus hijos. “Duermen todo el día, no tienen trabajo, no tienen muchas esperanzas”. Las generaciones jóvenes están creciendo en la pobreza extrema, sin trabajo, entre armas, munición y edificios destruidos por los ataques israelíes. “Todo lo que pedimos es protección, que nuestros hijos tengan una vida normal y seguridad, que las generaciones jóvenes encuentren trabajo y vivan con dignidad”, se lamenta Hiba.  

La frecuente violencia de las incursiones deja una gran destrucción en las calles y en los edificios y un gran sufrimiento entre la población, que se siente insegura y con pocas esperanzas de un futuro mejor.