Samah: “No hay mayor discapacidad que no poder soñar”
03.08.2018Haneen Harara. Gaza. Julio 2018.
Como todas las mujeres refugiadas de Palestina, Samah tiene una historia que merece la pena conocer.
Samah vive en el campamento de Jabalia, en el centro de la ciudad de Gaza. Desde que nació tiene una dismorfia en su mano izquierda que limita su movimiento, aunque eso no le ha impedido ser la primera y única mujer en la franja de Gaza propietaria de una carpintería.
Cada día, en su humilde taller, Samah da la bienvenida a sus clientes con una sonrisa, tratándoles de la mejor manera y ayudándoles a elegir la pieza que más les convenga. “Estudié secretariado en la Universidad de Gaza. Aprendí mucho y quise dedicarme a ello, pero el problema en la mano me limitó mucho y fue muy difícil encontrar trabajo.”, afirma Samah.
En medio de la dura crisis socioeconómica que asola Gaza y que mina el optimismo de la población joven y adulta, Samah sabía que no podía rendirse. Continuó estudiando, decidida a construirse un futuro y conseguir independencia económica. Se apuntó a varios cursos y, de manera autónoma, aprendió a controlar la máquina que permite cortar y tallar la madera electrónicamente. Tras el proceso de formación, Samah decidió abrir su propia carpintería, consciente de que los cortes de luz en la zona, a veces de 20 horas diarias, constreñirían sus procesos de producción. “Todavía no he cumplido mi sueño de llevar mi trabajo a todo el mundo, pero continuaré trabajando duro hasta conseguirlo”, asegura Samah.
Al contexto socioeconómico en crisis se sumaron los problemas culturales de una sociedad conservadora que no aprobaba que Samah se dedicase a un trabajo tradicionalmente “masculino”. Samah era tajante con esto: “Las gazatíes pueden con todo, y yo soy una de ellas”.
“Reté a mis limitaciones físicas, a mi comunidad y a todas las dificultades que me rodeaban. Me demostré a mi misma que era capaz de generar un beneficio para la ciudadanía de Gaza”, nos cuenta Samah. “Primero hice pequeños trabajos que mostraba en varias galerías y veía cómo inspiraban a la gente. Decidí continuar con mi pasión. Respiré hondo, y pensé en la manera de comprar por mi cuenta una máquina electrónica para trabajar la madera. Gracias a los primeros pedidos que llegaron, conseguí un préstamo para pagar una parte de lo que costaba. Continué trabajando hasta que logré pagar dos tercios de la cantidad y ahora espero un microcrédito de UNRWA”.
Samah talla mariposas sobre la madera con precisión y una felicidad desbordante. Mira sus creaciones con satisfacción. Las alas dibujadas al milímetro parecen a punto de echar a volar.
“No hay mayor discapacidad que no poder soñar. Hay que ser optimista y creer que es posible. Hay que ser fuerte, constante y mantener la esperanza para alcanzar nuestras metas y tener un impacto positivo en esta sociedad. Como mujer de Palestina quiero decir algo: Sí, somos líderes, podemos hacerlo y lo estamos haciendo”.