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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - La vida de refugiado en Gaza: “No teníamos nada excepto la ropa que llevábamos puesta”

La vida de refugiado en Gaza: “No teníamos nada excepto la ropa que llevábamos puesta”

Los ojos inexpresivos de Hani Uliwa se mueven lentamente por los escombros de cemento de lo que alguna vez fue la sala de estar de su familia. Sus movimientos son forzados. Su piel gris lleva las cicatrices de una vida turbulenta. Hani libera un profundo suspiro antes de explicarnos cómo ha sido su vida como refugiado en la franja de Gaza.

La vida laboral de Hani comenzó a los 17 años cuando se vio obligado a interrumpir sus estudios para mantener a su familia. Comenzó trabajando en la construcción en Israel pero durante la segunda Intifada, en 2000, tuvo que volver de nuevo a Gaza, donde el único empleo que encontró fue de taxista autónomo, utilizando sus ahorros para comprar un coche.

“Antes ganaba $1.200 dólares al mes trabajando como obrero, pero luego como taxista ganaba $200 dólares. Esta disminución drástica de ingresos hace que me sea muy difícil llegar a fin de mes”, dice Hani.

Hay muchas bocas que dependen de Hani. En 1990, a los 20 años, se casó. Ahora tiene ocho hijos y una hija de entre cinco y 24 años.

Muna, la mujer de Hani, dice que la vida es muy difícil en Gaza, en particular después de la destrucción de la casa de la familia durante el último conflicto. “Afortunadamente, mi familia logró sobrevivir al fuerte bombardeo sobre el area de Toufah, en la Ciudad de Gaza, y se refugió en la zona de al-Yarmuk. Al principio, en la casa de mi cuñado, luego, en un refugio de UNRWA en Beach Camp. Y por último, en un refugio colectivo de UNRWA en la escuela de Zaitoun.

“Cuando llegamos al refugio, no teníamos nada excepto la ropa que llevábamos puesta. Recibimos colchones y mantas, algo de ropa y otros artículos de primera necesidad”.

A principios de noviembre de 2014, después de que la evaluación de refugios declarara su casa destruida, la familia recibió 1.500 dólares de UNRWA ($1.000 de asistencia en efectivo para refugio transitorio y $500 del paquete de reintegración).

“Nos las arreglamos para alquilar un piso cerca de nuestra casa demolida y compramos una lavadora y utensilios de cocina para tener los mínimo para vivir en el nuevo apartamento”, dijo Muna.

Desde que estalló el cruento conflicto en julio de 2014, la familia ha estado dependiendo de los servicios de la Agencia para satisfacer sus necesidades básicas. Esto incluye los servicios de alimentación, salud, educación y servicios sociales – un programa que en Gaza se ha disparado desde 2000 de 80.000 refugiados palestinos, a más de 867.000 beneficiarios registrados en 2014.

Con el bloqueo impuesto por Israel que dura ya siete años paralizando la industria local, la familia Uliwa depende ahora exclusivamente del programa de asistencia alimentaria de UNRWA para cubrir sus necesidades diarias de alimentos. El modesto trabajo de Hani como taxista se vio interrumpido cuando su automóvil fue destruido en el conflicto del verano; sin embargo, ha conseguido trabajo como conductor de autobús para una escuela privada y gana $120 dólares al mes. Miles de personas en Gaza no tienen tanta suerte.

Antes de las hostilidades del verano, la tasa de desempleo en Gaza subió a una cifra récord de 44,5% en el segundo trimestre de 2014, según datos de la Oficina Central de Estadísticas de Palestina. Casi la mitad de todos los refugiados están en el paro (45,5 %); el nivel más alto registrado.

Hani no pierde mucho tiempo explicando lo precaria que se ha vuelto el día a día de su familia. “La electricidad es una preocupación para todos en Gaza. Es un desafío adicional para nuestra familia, ya de por sí exhausta, no puedo calentar a mis hijos en este duro invierno; mis hijos necesitan electricidad para estudiar, y las condiciones de vida sin electricidad son muy difíciles”, dice.

A pesar de estas dificultades, la mujer de Hani, Muna, está tratando de mantener el optimismo por el bien de sus hijos. “El único sueño que tengo ahora es ver mi casa reconstruida y recuperar una vida normal, con un trabajo permanente para mi marido”, dice ella.

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