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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - La educación es un derecho y, para muchas personas, un salvavidas

La educación es un derecho y, para muchas personas, un salvavidas

“Vamos a hacer un repaso”, Sanna, de treinta años, llama a su hija Naya para hacer los deberes de la primera semana de curso. El año escolar ha comenzado en todos los territorios palestinos y 278.991 estudiantes han vuelto a las 274 escuelas en la franja de Gaza. 143.754 niños y 135.273 niñas.




Hace 24 años, Sanna también fue una estudiante de UNRWA. Recuerda los nervios que sintió el primer día de clase mientras se vestía y caminaba hacia la escuela elemental y secundaria de Beit Hanoun.




Con solo 16 años se casó, pero Sanna no abandonó los estudios para cumplir su sueño de ir a la universidad. Hoy, Sanna está especializada en educación primaria. “En ningún momento me planteé abandonar mi educación. Quería conseguir un trabajo para traer ingresos a la familia y dar a mis hijos e hijas una vida mejor”, explica. “Me gradué hace 8 años pero no ha sido fácil encontrar trabajo. Gaza está en una situación económica muy complicada. De todas maneras, aplico mis conocimientos al día a día con mis hijos e hijas, y sus resultados me demuestran que lo estoy haciendo bien.” Las notas de Ahmad (12), Hala (10), Asmaa (9) y Naya (7) son excelentes.




Ahad, el marido de Sanna, es granjero. De sus cinco hijos, cuatro están en edad escolar. Toda la familia, junto a sus abuelos, viven en una pequeña y humilde casa en Beit Hanoun. Dependen en gran medida de las ayudas de UNRWA para conseguir alimento, servicios de salud y educación.




Hala sonríe a cámara. Nos cuenta que ha empezado 5º de primaria y que quiere ser doctora. El turno de tarde está a punto de comenzar y Hala corre junto a sus hermanas pequeñas a la puerta del colegio. En las escuelas UNRWA, la falta de espacio para todo el alumnado inscrito se solventa con dos turnos de clases, uno de mañana y otro de tarde. De esta manera todos los niños y niñas refugiadas de Palestina, sin excepción, tienen acceso a educación.




Sanna observa a sus hijas ir a la escuela y la esperanza inunda sus ojos. Desea que tengan el mejor futuro. Cuando Ahmad, su hijo mayor, vuelve a casa tras el turno de mañana, preparan juntos la comida y comparten las alegrías de la jornada.

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