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Estudiantes de UNRWA desafían al ISIS con sus móviles

Roula tiene 16 años y es de Yarmouk, el campamento de refugiados de Palestina a las afueras de Damasco que ahora está casi totalmente destruido. Cuando estudiaba para sus exámenes de noveno grado, el campamento se convirtió en el escenario de intensos combates que destruyeron su hogar. A pesar de ello, Roula siguió estudiando. Poco después, en 2014 el campamento cayó en manos del Estado Islámico (ISIS) que impuso un férreo control sobre la educación, sobre todo para las niñas, y prohibió los libros, llegando a decapitar a los profesores que se negaban a obedecer. Junto a un grupo de amigas de la escuela, Roula utilizó su teléfono móvil para desafiar al ISIS.

  

Cuando la escuela de UNRWA a la que asistía Roula fue destruida en 2013, y el resto de escuelas públicas cerraron tras la llegada de ISIS, la única opción para Roula y el resto de estudiantes era un peligroso trayecto de media hora caminando hasta llegar a la escuela alternativa que establecimos en Yalda. Para llegar, tenían que atravesar el llamado “checkpoint de la muerte”, un peligroso puesto de control establecido por el ISIS.  “En siete u ocho ocasiones nos vimos obligados a ver decapitaciones cuando íbamos a la escuela por la mañana. Cuando regresábamos por la tarde, los cuerpos sin cabeza colgaban de las cruces en el puesto de control”, dice Roula. “Todavía tengo pesadillas.”

En el puesto de control, Roula y sus amigas escondían sus libros de texto debajo las largas túnicas negras que les obligaban a usar. “Hacíamos como si fuéramos de compras”, dice Fátima, de 14 años. No siempre les permitían pasar, así que idearon un sistema. “La persona que llegaba a la escuela tomaba fotos de lo que aprendíamos; fotos de la pizarra y libros”, dice Fátima. “Y luego compartiríamos estas fotos a través de What’sApp”.

Sin embargo, incluso conseguir cobertura de teléfono móvil era peligroso. “Teniamos que subirnos a los tejados de nuestras casas”, explica Fátima. “Había bombardeos y francotiradores disparándonos. Temblaba de miedo cuando enviaba fotos de esas páginas a una veintena de mis amigas”.

Después de recibir las fotos, las niñas memorizaban o copiaban la información, y borraban las imágenes de sus teléfonos; ISIS a menudo registraba los teléfonos móviles en los puntos de control.  “Una vez, encontraron una foto de un libro de texto en mi teléfono. Me enviaron a la cárcel cuatro días y a mi padre cinco”, dice Roula.

En abril, los combates en Yarmouk se intensificaron tanto que las niñas y sus familias huyeron a Yalda junto con cientos de palestinos. “Mi casa está completamente destruida”, dice Roula, mientras saca el teléfono que era su salvavidas y su herramienta de estudio. En ella, nos muestra imágenes de la pila gris de escombros que solía llamar hogar.

UNRWA ayudó a las niñas a salir de Yalda para poder presentarse a los exámenes nacionales en Damasco. A pesar de las amenazas, los bombardeos, el desplazamiento y los riesgos que enfrentaba, Roula aprobó. En toda Siria, el 81,7% de nuestros alumnos y alumnas aprobaron sus exámenes de noveno grado.

Cuando se les pregunta por el futuro, Roula y sus amigas responden al unísono: “Queremos ir a la universidad”. Puede que el Estado Islámico les quitara sus escuelas pero no su su deseo de aprender.

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