ESTABILIDAD MEDIANTE AYUDA EN EFECTIVO PARA LOS REFUGIADOS DE PALESTINA DE SIRIA EN JORDANIA

Mohammad Adnan Alwesh y su familia, su esposa Samah y sus tres hijos Tareq, Rayan y Adnan, huyeron de su campamento de Yarmouk en Damasco en 2014. Su vida en Amman desde entonces y sin embargo, sigue lejos de ser una vida “fácil”: están entre las más de 3.500 familias de refugiados de Siria que dependen de nuestra ayuda en efectivo en Jordania.

La familia vive en un pequeño apartamento sin muebles en Jabal al-Hussein, un barrio de Amman. Desde 2011, la guerra en Siria ha llevado a muchos refugiados de Palestina como ellos a huir a Jordania, donde, aunque libre de violencia, la vida no ha sido fácil. Después de haber trabajado con su padre como carnicero en Yarmouk desde que era un niño, Mohammad se camina las calles de Amman cada día en busca de trabajo: “a veces encuentro algo como camarero o limpiador, pero sólo para unos días”.

La tensión de no poder proveer completamente a su familia le provocó ansiedad: “dependemos de otros, lo cual me resulta muy difícil”, explica el joven padre mientras juega con su hijo menor, Adnan: “luchamos para llegar a fin de mes, la vida es mucho más cara aquí que en Siria. Siempre tenemos que estar pidiendo ayuda a familiares”, añade.

El departamento de Coordinación de Emergencias de UNRWA proporciona a Mohammad y su familia ayuda en efectivo para cubrir sus necesidades básicas. En abril de 2016, la Agencia presentó su tarjeta electrónica, que permite a los refugiados acceder al dinero en efectivo cuando así lo necesitan.

“Una vez que el dinero está disponible, UNRWA nos envía un mensaje al móvil o nos informa a través de otro medio para informarnos de que ya podemos sacar el dinero del cajero automático”, explica Rawan al-Amad, trabajador social de Emergencias de UNRWA en el norte de Amman. Cada familia recibe 573€ al trimestre, unos 40€ por persona al mes.

Las tarjetas electrónicas garantizan una vida más digna: “usamos el dinero para pagar el alquiler y comprar comida”, dice Mohammad, mientras sonríe. Samah por su parte, agrega que antes de registrarse como refugiados de UNRWA “ni nos acordábamos de qué era comer carne. Ahora, Mohammad compra pollo para los niños y le añadimos patatas fritas, es casi como una fiesta para los niños”. “¡Pero me gusta más la pizza!”, subraya Rayan, el hijo de 8 años, que sueña con convertirse en abogado algún día.

La familia espera que Mohammad encuentre un trabajo estable algún día, lo que le permitiría volver a tener independencia: “tenemos una casa familiar en Siria, situada en el centro de Yarmouk. No sé qué será de ella ahora. Seguimos las noticias y somos pesimistas, estará completamente destruida”. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre, Samah está deseando volver: “si la guerra en Siria termina de una vez, ¡volveremos!”.