¿En qué tipo de mundo vivimos?

Irina Prentice, Oficial de Comunicaciones de UNRWA para la Crisis Siria, viajó a Siria poco antes de que se cumpliera el tercer año del conflicto. Allí se reunió con los refugiados de Palestina atrapados en la zona sitiada de Yarmouk y en 2 de los 34 refugios de colectivos que ahora albergan a 14.000 desplazados internos.

“Señor, ten piedad. Ha muerto gente. ¿Qué tipo de mundo es este en el que vivimos?”, dice un anciano sollozando. “¿Es que no le importa a nadie? ¿Dónde se ha ido la humanidad de la gente?”

Entre rayos de sol y charcos de agua estancada, en la calle Rama del campamento de Yarmouk, miro consternada a la fachada de un edificio quemado, cuya tercera está totalmente destruida por las municiones explosivas. Paredes de hormigón enteras penden de soportes de acero doblado – la estructura del edificio esta deformada por las repetidas explosiones. En lo que una vez fue una bulliciosa calle de Yarmouk, Damasco, ahora sólo hay silencio. Las cicatrices de los edificios son testimonio de la intensidad de los enfrentamientos que asuelan la zona.

Hombres ansiosos, mujeres, niños y niñas se acercan con cautela, entre los escombros, con la esperanza de recibir la ayuda alimentaria de UNRWA que necesitan desesperadamente. Llevan nueve meses viviendo en estado de sitio. Yarmouk, que antes era el hogar de 160.000 refugiados de Palestina, es ahora una cárcel donde viven atrapadas 18.000 personas que necesitan urgentemente ayuda humanitaria continua y sin obstáculos.  Me cuentan las historias desgarradoras de su lucha diaria por la supervivencia, en busca de alimentos y refugio seguro.

Aaliya*, es una mujer delgada, vestida de negro, la encuentro de pie en la fila para recibir ayuda humanitaria de UNRWA, me dice que piensa que ha perdido unos 20 kilos desde el Ramadán de 2013, cuando comenzó el asedio del campamento de Yarmouk. Haciendo memoria de las dificultades a las que se ha enfrentado al vivir en el campamento sitiado, tiene dificultad para contener su emoción. “Hace ocho meses que los niños no tienen pan, y no hay comida para comprar”, dice Aaliya.

Secándose las lágrimas, Aaliya me muestra su mano. La suciedad ha llenado las grietas de sus palmas, que son ásperas y curtidas. Le pregunto cómo se ha estado alimentando. “Con un grupo de mujeres, vamos al campo para intentar encontrar algo para comer. Si no hubiera malas hierbas, estaríamos muertos. Comemos una vez al día por la noche, malas hierbas y sopa”, responde. Le pregunto sobre su casa. “Mi casa fue bombardeada por lo que estoy viviendo en el apartamento vacío de alguien. No hay electricidad, no hay luz. Hemos estado cocinando con la madera de los muebles. ¿Es esto aceptable? “,  me pregunta. “¿Es esto aceptable?”

La fuerza y la vulnerabilidad de Aaliya son sorprendentes, pero todo en su actitud describe su agotamiento. Me pregunto cómo lo hace y cómo sale adelante. “He estado muerta de miedo”, dice mientras comienza a llorar de nuevo, dejando caer su cabeza entre sus manos. “Lo juro por Dios, lo único que quiero es que la gente vuelva al campamento y volver a la vida normal”.

Hoy en día, la mayoría de los refugiados de Palestina han perdido sus medios de subsistencia; muchos han perdido sus hogares; sus familias se encuentran dispersas. Más del 50% de los 540.000 palestinos en Siria se han tenido que desplazar dentro de Siria. Decenas de miles más han huido a países vecinos. De los refugiados de Palestina que han huido de las zonas de enfrentamientos violentos, muchos viven en albergues colectivos en Damasco. Sus historias describen pérdidas desgarradoras y tristeza perpetua. Muchos me preguntan si puedo ayudarlos a buscar a sus familiares desaparecidos.

En el refugio colectivo de Jaramana, se acerca a mí Hanna*, acompañada por dos de sus hijos pequeños. Con voz exhausta, me pregunta si puedo ayudarla a localizar a su esposo, que desapareció una mañana cuando salió de la casa para ir a trabajar. “Tengo cuatro hijos, dos son pequeños. No tengo trabajo y simplemente no sé cómo vamos a sobrevivir”, dice Hanna. “¿Sabes cómo puedo encontrar a mi marido?”, me pregunta con los ojos llenos de lágrimas.

Antes del conflicto, el 27% de los refugiados de Palestina vivía con menos de 2 dólares al día, lo que significa que muchos han agotado sus ya limitados recursos. Los hombres jóvenes son particularmente vulnerables. Con sus estudios truncados, luchan contra el desempleo. La desesperada situación de muchas de las familias que conocí se ve agravada por la imposibilidad de encontrar trabajo.

En la escuela Haifa de UNRWA, que se ha convertido en refugio colectivo, conozco a Ahmed. Me cuenta que era un contratista. “Me especialicé en la pintura y la decoración de interiores, pero es muy difícil encontrar trabajo”, dice. “En el último año, he tenido sólo cuatro trabajos de pintura, y el resto del tiempo me quedo en la habitación en este refugio”, continúa. “No trabar es una pesadilla, y lo peor es que me siento muy mal por no poder mantener a mi familia”, dice. Le pregunto si tiene la esperanza de volver, a lo que Ahmed responde: “Inshallah”, si Dios quiere.

En el cuarto año de conflicto, la situación humanitaria de los refugiados palestinos en Siria es desesperada. El uso continuo de la fuerza armada ha interrumpido los esfuerzos de la Agencia para aliviar la difícil situación de muchos civiles. En Yarmouk, UNRWA sigue exigiendo firmemente que las partes en conflicto cesen las hostilidades y permitan inmediatamente la reanudación de la distribución de alimentos a los civiles atrapados en el interior del campamento. En total, UNRWA debe proporcionar asistencia humanitaria continua a más de 440.000 refugiados de Palestina afectados por el conflicto en Siria.



Cada contribución individual es un símbolo de humanidad. Por favor, apoya hoy a los refugiados de Palestina en Siria.



Irina

*Los nombres son ficticios