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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - El limonero: Sameera Abd Alaal, Siria

El limonero: Sameera Abd Alaal, Siria

Sameera trabaja como empleada en una escuela de la UNRWA en Damasco. Los viernes eran siempre especiales para Sameera (Um Nidal) y su familia, pero un viernes todo cambió cuando el campo de Yarmouk fue atacado por bombas. Ellos escaparon de hacer parte de los escombros de su hogar destrozado en cuestión de 10 minutos. Sameera vive ahora en una habitación bajo su despacho en la UNRWA junto a los hijos de su hermana y de su hermano. Aquellos más cercanos a ella le recuerdan seguir sonriendo.

Sameera vive en Damasco. Durante la entrevista, que tardó 4 horas, ella nos compartió algunos de los momentos de su historia, “El limonero”.

El limonero es donde Sameera, o Um Nidal,  se sienta en las tardes luego de terminar su turno de trabajo. Disfruta cada segundo mientras una suave brisa carga consigo el aroma fresco de limón. El limonero la protege del sol fuerte de inicio del invierno.

Cuando suena la campana es hora de que se vaya a su casa y se junte a su familia. Alcanza el campo de Yarmouk, camina por sus calles y llega a un edificio del lado opuesto a la Mesquita al-Wassim. Abre la puerta y un aroma masculino diferente la sorpreende y la inunda de alegría mientras se adentra en la casa. Sigue el aroma a través del pasillo y abre la puerta de su habitación; un hermoso hombre moreno con una linda y brillante sonrisa está sentando en su cama.

“Samoura, te eche de menos, ven, siéntate a mi lado,” su marido, Abu Nidal, acerca la mano a la suya. Sameera se sienta cerca a él.  Su teléfono suena; es su hijo Iyad: “Mamá, mi esposa Hiba y los niños vienen mañana para el almuerzo, y Nidal y su familia también. Dile a Yazan que se sume”.

Los viernes son muy especiales para Sameera y su familia, un día en que toda la familia se reúne – sus hijos, sus esposas y los niños. La cocina es un caos, con niños corriendo y sus padres detrás de ellos, y Sameera cocinando y abrazando a sus nietos, todo mientras sostiene el cucharón en su mano.

 El calor saliendo de la cocina, el fuerte aroma de especias, el ruido de los platos, cubiertos y ollas llena la cocina. Luego del almuerzo, Sameera y Abu Nidal llevan sus nietos a jugar en el parque. Lulu, su nieta favorita, insiste, “Abu, abu, quiero un zumo de naranja, llévame a por uno, llévame!” Sameera la lleva a la tienda de zumos en el vecindario.

Las reuniones de los viernes solían suceder todas las semanas, hasta que el cerco al campo de Yarmouk empezó en 2012. En una de las noches, Sameera, Abu Nidal y Yazan consiguieron huir al vecino de abajo y encontrar abrigo hasta que las bombas cesaron. Apenas 10 minutos los separaron de la muerte. Su cocina, habitación y mitad de la casa fueron brutalmente destrozadas en pedazos y partes irreparables.

El campo cayó bajo cerco el día 26 de diciembre de 2012. Iyad y Nidal consiguieron dejar Siria ni bien el conflicto empezó. Sameera, Abu Nidal y Yazan  estuvieron famélicos, con frio y  en la miseria por un año durante el cerco. Sameera consiguió salir el campo para traer comida y algún dinero. No podría volver. Esperó junto al checkpoint todos los días durante el mes del Ramadán, pese el calor y las centenas de personas que intentaban entrar y salir del campo.

Sameera intentó sacar a Yazan y Abu Nidal, y cada vez que llamaba Abu Nidal le decía: “Samoura, solamente saque a Yazan y no se preocupe por mí.” Finalmente consiguió sacar a Yazan, con esperanzas y planes de enviarle a que se reuniera con sus hermanos, de acuerdo a lo que Sameera y Abu Nidal habían acordado y planeado.

Sameera  arregló todo lo necesario para que Yazan se marchara. Sameera, Yazan y Abu Nidal se comunicaban todos los días para chequear como estaban, pero cinco días antes de que Yazan marchara, Abu Nidal quedó ilocalizable. Sameera e Yazan intentaron contactarlo pero no lograron. Sameera entonces llamó a su vecino, Abu Hasan.

“Abu Nidal fue al dentista, ayer su diente le dolía.”

Al día siguiente: “Abu Nidal fue a dar un paseo, estaba aburrido.”

En el tercer día: “Abu Nidal fue al almacén”.

En el cuarto día: “Um Nidal, ¿Yazan se marchó? ¿Dónde está viviendo?”.

En el quinto día, antes de que Yazan se fuera, le preguntó a su madre: “Madre, ¿donde está padre? Estoy intentando llamarle  y despedirme, ¿dónde está?”.

“No te preocupes corazón, solamente está ocupado y te extraña. Le diré que te llame antes de que dejes la frontera siria”.

Sameera dejó Yazan en medio camino de la frontera. Su corazón palpitaba mientras lo abraza despidiéndose y mal podía mantener su respiración; no conseguía dejar de sollozar. Ya había regresado a la casa de su hermana y aun así no conseguía dejar de llorar. Su corazón se rompía rápidamente, como si alguien lo estuvieran hiriendo con cuchillazos. Se fue a por sus rezos nocturnos, como lo hacía normalmente.

Puso su vestido blanco de oraciones, acomodó su alfombra en el piso de la habitación  de su hermana, cerca a la cama. A su izquierda, había una mesita de luz con un teléfono fijo. Estaba finalizando su oración, y mientras hacia sus saludos, aún sentada sobre la alfombra, impulsivamente cogió el teléfono y llamó a la casa de Abu Hasan.

“Te imploro Abu Hasan, donde está Abu Nidal?”

“Yazan ya se marchó? ¿Dónde está?”

Sameera empezó a llorar histéricamente: “Si, se fue. Te imploro que solamente me digas ¿dónde está?”

“Um Nidal, vaya a internet, ¡solo vaya a internet!”

Empezó a gritar, “¿Que está sucediendo Abu Hasan? ¡DIME!”

Abu Hasan respiró profundamente y dijo: “Lo siento Um Nidal, Abu Nidal está muerto. Que Dios tenga misericordia de su alma”.

Sameera gritó. Su hermana irrumpió adentro y agarro el teléfono del piso.

“Abu Nidal murió hace cinco días. Le dispararon por contrabandear Yazan afuera del campo”.

Sameera finalizó su historia diciendo, “Dios bendiga su alma, era gentil y tierno; era mi vida, mi todo”.

“Luego de este incidente solía llamar a Abu Hasan. Me dijo que la noche anterior a que Abu Nidal fuera secuestrado, estaba hablando acerca mío como si fuera su amante con quien tenía aventura amorosa”. 

Ahora Sameera se sienta bajo el limonero en la escuela de UNRWA en Damasco donde trabaja. Sienta bajo el limonero durante sus intervalos. El aroma del limón que trae la brisa le mantiene viva.  Aún cocina todos los viernes para sus colegas en la escuela. Son su sistema de apoyo, cada vez que la notan cayéndose, se acercan y le dicen: “Sonríe Samoura, tu sonrisa es lo más bonito en ti”.

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