“El infierno es mejor que Yarmouk”
10.02.2014Khaled (nombre ficticio) tiene 14 meses y a pesar de su corta vida ya ha estado a punto de morir. Desde que nació, su vida ha transcurrido bajo la sombra del conflicto en Siria, pero la mayor amenaza no ha sido la violencia que le rodeaba. Ha permanecido atrapado en el campamento de refugiados de Yarmouk, cerca de Damasco, sitiada desde verano de 2013 y sin apenas comida ni el acceso de ayuda procedente del exterior. Toda la población sufre las durísimas condiciones que se viven en Yarmouk pero en el caso de Khaled su corta edad y su debilidad hacían que no fuera fácil sobrevivir mucho más tiempo viviendo solo en el agua, casi sin alimentos.
“El infierno es mejor que Yarmouk”, dice sobre Noor (nombre ficticio), de 29 años y madre del pequeño. Durante los últimos dos meses no ha habido comida, de modo que para sobrevir la familia ha tenido que hervir especias en agua y comer malas hierbas. “Ahora no hay nada de todo aquello”, explica. Noor ni siquiera podía amamantar a su bebé porque pocos meses después del parto padecía tal desnutrición que no tenía leche con la que alimentar a su hijo. A eso se sumaba que en el interior del campamento no había leche en polvo y un solo litro de leche de vaca era demasiado costoso (15 €). Khaled desarrolló la enfermedad de kwashiorkor -una enfermedad grave que está relacionada con una desnutrición grave y consiste en la falta de proteína-, además de padecer una inflamación severa en sus extremidades, un abdomen protuberante y retraso del crecimiento.
La muerte estaba en todas partes en Yarmuk como explica Noor: “Todo el mundo pensaba en la muerte, bien a causa del hambre o debido a los bombardeos”. Y recuerda dos casos cercanos, el de una vecina suya que perdió la vida durante el parto y el de una sobrina de 4 meses que murió de hambre. “Decidí que tenía que salir de Yarmouk con mis hijos, no tenía miedo. Si moríamos, moriríamos todos juntos”, dice Noor.
“Todavía podemos salvar muchas vidas de niños”
La única manera de salvar a su hijo fue sacarlo de Yarmouk. Noor aprovechó la oportunidad: con sus cinco hijos, pasó de checkpoint en checkpoint, primero dentro de Yarmouk y luego fuera, hasta que por fin un soldado se compadeció de su bebé desnutrido y la dejó salir. Los soldados les dieron pan y les compraron comida, pero se sorprendieron de que los niños sólo quisieran comer pan y es que no habían podido comerlo durante meses.
A pesar de todo lo que ha vivido, Khaled es uno de los afortunados. Noor le llevó a una clínica de UNRWA fuera de Yarmuk, donde un médico de la Agencia evaluó rápidamente la situación. Comprobó que parecía tener 5 meses en vez de 14 y necesitaba ayuda urgente. Después de 20 días recibiendo una alimentación adecuada y atención médica, Khaled se convirtió en un niño completamente diferente, sonriente y con luz en sus ojos. Tenía una nueva oportunidad en la vida.
Esta es sólo una historia pero son miles de personas, muchos de ellas niños, los que permanecen en el interior de Yarmuk y muchos están en una situación tan desesperada como la de Khaled. Después de muchos meses, UNRWA ha conseguido tener acceso a Yarmouk para llevar ayuda humanitaria al interior del campamento: paquetes de comida -incluyendo pan y leche para bebés- y vacunas. Pero las necesidades de la población siguen siendo inmensas. La frustración es evidente, como demuestran las palabras del médico de UNRWA: “Todavía podemos salvar muchas vidas de niños, si podemos llegar a ellos”.