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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - El camino desconocido

El camino desconocido

“Como si dejar nuestro país no hubiera sido suficiente, también hemos tenido que dejar el país en el que encontramos asilo, sin saber a donde vamos”, dice Rania. Rania de 37 años fue desplazada al comienzo del conflicto desde Harasta, en la provincia de Damasco, a Daria. La violencia se intensificó en Daria y su familia de cinco buscó refugio en el campamento de al-Wafideen en Damasco pero ni siquiera eso los salvó de las balas y de los francotiradores, así que la familia se vio obligada a ir al campamento de Yarmouk, que desde entonces ha sufrido meses de asedio y bloqueo.

La familia de Rania aprovechó la primera oportunidad que tuvo y huyó. Se mudaron a Líbano a principios de 2013. Se fueron sin equipaje ni ropa y se instalaron con unos familiares en el campamento de Shatila. Allí se quedaron tan solo una semana hasta que las condiciones de hacinamiento hicieron que se mudaran a otro campamento de refugiados, el de Burj Barajneh.

“No pasamos tan solo por un desplazamiento. Hemos experimentado toda clase de desplazamiento, externo e interno. Yo sigo respirando pero mi familia y yo hemos sido testigos de todo tipo de muerte y horror en las carreteras”, dice Rania.

En Burj Barajneh, una familia acogió a Rania y a sus hijos durante 6 meses, hasta que Rania pudo registrarse con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). La asistencia en efectivo que empezaron a recibir les permitió alquilar una habitación y vivir independientemente.

El marido de Rania sufre una enfermedad que lo obliga a quedarse en casa y no puede mantener a su familia. Rania había trabajado como peluquera en Siria, compartiendo la responsabilidad del hogar con su marido, así que buscó trabajo en peluquerías en Líbano. La inestabilidad en los suburbios al sur de Beirut, donde se encuentra Burj Barajneh, limitó su movilidad dentro del campamento y a pesar de la ayuda de UNRWA, el alto coste de la vida le estaba poniendo las cosas muy difíciles.

Al cabo del tiempo, un trabajador social llamó a su puerta y la introdujo al Centro del Programa de Mujeres de UNRWA. Se animó a Rania a que asistiera a clases de inglés y cursos de informática en el centro. “Aprendo a ayudar a mis hijos. El ingles se enseña mucho en las escuelas de Líbano, no como en Siria”, según Rania. Además, también se apuntó a las clases de cocina que el centro organiza con la colaboración de la asociación Souk el Tayeb. “Estamos volviendo a nuestras raíces”, dice Rania. “Estamos preparando comida palestina para reavivar nuestro patrimonio. No puedo describir lo que siento cuando preparo comida aquí”.

A través de las clases de cocina, Rania tuvo la oportunidad de participar en muestras de comida tradicional donde vende sus productos por una pequeña cantidad de dinero para mantener a su familia. “Todavía estoy al principio del camino. Me siento viva cuando encuentro a gente que coparte mis miedos y preocupaciones. Estas actividades nos ayudan a todos”, dice Rania. “Ese es el único lugar dentro del campamento en el que puedo respirar. Incluso si no obtengo beneficios, por lo menos estoy beneficiando a mis hijos y a mi marido. Puede que cuando vuelva a Siria organice una comida para celebrar nuestro regreso… y una aun más grande cuando volvamos a nuestro hogar, Palestina”.

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