Cultura e identidad palestina, una forma de resistencia
30.07.2021La cultura habla de quienes somos, de dónde venimos y cómo nos comportamos. Forma parte de nuestro ADN y constituye nuestra identidad desde que nacemos. Es necesaria para identificarnos con un origen y, cuando se vive fuera de tu país, representa una carta de presentación que nos permite recordar, compartir y sentirnos en casa. Incluso cuando no hay una casa a la que volver.
La población refugiada de Palestina vive disgregada en diferentes territorios en Siria, Líbano, Jordania, Gaza y Cisjordania. En el caso de Siria, Líbano y Jordania, países de acogida, la integración en sus culturas e instituciones es necesaria. Como cualquier persona que viva en el exilio, recordar los orígenes es la manera de reafirmar una identidad. En el caso de Palestina es determinante, en un territorio bajo ocupación, la defensa de la cultura es una forma de resistencia.
Gozar de la variedad de platos, músicas, bailes y trajes originarios de un país distinto del que vivimos es un privilegio que nos abre la mente y nos permite disfrutar de lo enriquecedor de la multiculturalidad. La responsabilidad entonces radica en el conocimiento y reconocimiento de esos elementos como elementos culturales e incluso políticos de otro país, su origen.
La apropiación cultural, en cualquier caso, es un tema que levanta asperezas. Pero cuando hablamos de Palestina, la reivindicación de la identidad y de su cultura es cuanto menos necesaria. En 1948 comenzó la ‘Nakba’ en la que aproximadamente 700.000 personas fueron expulsadas de sus hogares tras la guerra Árabe-Israelí. Esta catástrofe, como la llaman los palestinos y palestinas, sigue perpetuándose tras 73 años. En 2021 seguimos siendo testigos de violaciones de los derechos humanos por parte de Israel, un estado ocupante que recientemente ha puesto en jaque a la población palestina de Sheikh Jarrah, Silwan y Beita, localidades de Cisjordania, bajo amenazas de desalojo y desplazamiento forzado. Actualmente, alrededor de 650.000 israelíes viven en asentamientos ilegales en la ocupada Cisjordania y Jerusalén Este. La ocupación no amenaza solo al territorio palestino, sino también a su cultura y esta amenaza se materializa en aspectos de la identidad cultural palestina como la cocina.
En Palestina cocinar es un acto de resistencia íntimo y pacífico. “La comida es cultura y cuando pierdes eso, pierdes partes de ella. Y cuando tú reclamas esa parte de tu cultura que ha sido apropiada, robada, colonizada, estás resistiendo, no tiene que ser como un bombardeo, pero es un acto de resistencia íntimo. Necesitamos este tipo de resistencia y para mí esto viene desde la cocina”, Mirna Bamieh, artista y cocinera palestina que creó la “Palestine Hosting Society”, una organización que rescata platos de Palestina olvidados para darlos a conocer a nivel internacional.