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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - Siria, el difícil camino hacia un futuro mejor

Siria, el difícil camino hacia un futuro mejor

Todos los días, Sondous y Zahra’a caminan más allá de los escombros de la guerra en Yarmouk para llegar a su escuela más cercana, en Yalda. Todos los días cruzan edificios devastados, negros y grises, con tejados inclinados que parece que están besando el suelo.  

Sondous y Zahra’a se encuentran entre las miles de niñas y niños refugiados de Palestina en Siria que llevan las cicatrices de la guerra, que ya se aproxima a su noveno año. Aunque la calma aparente ha reemplazado a la guerra activa en Yarmouk, se sienten inseguras cuando salen de la escuela por la tarde, especialmente en invierno cuando oscurece temprano.  

“Caminar desde la escuela en Yalda a nuestras casas en Yarmouk por la noche da miedo, pero ¿qué opción tenemos? Para llegar a nuestros hogares, tenemos que pasar por edificios destruidos y vacíos en el campamento. Parece un pueblo fantasma embrujado”, dice Zahra’a, de 14 años. 

Para niñas como Sondous y Zahra’a, nuestra escuela al-Faloujeh en Yalda, en el sur de Damasco, es un refugio seguro donde pueden aprender cosas nuevas y hacer amigos. Allí nadie les hace daño. Les ayuda a restaurar cierta normalidad en sus vidas y a desarrollar su futuro.  

No es de extrañar que los niños y niñas refugiados digan que aman su escuela. Es un lugar donde juegan, interactúan con sus compañeros estudiantes y maestros y se sienten protegidos cuando parece que el resto del mundo se desmorona. “Los maestros en nuestra escuela son muy solidarios y amables. Realmente se preocupan por nosotros y hacen todo lo posible para que la clase sea agradable y divertida. Nos enseñan a apoyarnos unos a otros. La escuela ofrece actividades que nos ayudan a sanar del trauma, construir amistades y adquirir habilidades para la vida”, dice Sondous. 

Antes de que comenzara la guerra en 2011, Yarmouk era un hogar bullicioso para casi el 30% de la población de refugiados de Palestina en Siria. A día de hoy, el peso del desplazamiento, las dificultades y la pérdida de seres queridos se suma a las difíciles condiciones de vida. A pesar de la limpieza y la amabilidad de su escuela, con sus coloridas creaciones artísticas en el patio, para Sondous, la devastación se ha convertido en una pesadilla que la persigue día y noche. “Está grabado en mi cerebro”, dice ella. “Sueño con eso. No puedo superarlo. Cuando regresamos a nuestra casa en el campamento el año pasado, me sentí abrumada con tantos sentimientos diferentes. Mi corazón latía más rápido cuando nos acercamos a nuestra casa. Estaba tan feliz de regresar a donde había pasado mi infancia. Pensé en mi padre y en cómo ya no tendría que pagar por nuestro departamento alquilado, pero ver la destrucción me detuvo en seco, pensé en todos aquellos cuyas casas eran ahora esos escombros que vi. Dentro de nuestra casa, todos mis juguetes fueron quemados, excepto un pequeño pez de plástico naranja”. 

Las dos chicas están tratando de mirar hacia el futuro donde Zahra’a, de 14 años, espera convertirse en maestra de matemáticas y Sondous en abogada. “La educación me da esperanza. El aprendizaje me hace sentir que he vuelto a la vida después de unos años de estar fuera del aula “, dice Zahra’a. 

Como resultado de las hostilidades, en 2013, UNRWA trasladó la escuela al-Faloujeh de Yarmouk al suburbio vecino de Yalda. A lo largo de los años devastadores del conflicto, los estudiantes que permanecen en Yarmouk toman cada día el peligroso camino a su escuela en Yalda para continuar su educación. Los niños y niñas ahora mejoran cada día participando en actividades de apoyo psicosocial que tienen como objetivo crear cohesión comunitaria y disminuir el impacto de los traumas recientes que han sufrido.  

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