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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - “Se me llenaron los ojos de lágrimas”

“Se me llenaron los ojos de lágrimas”

La guerra siria que cumple un decenio este año, afectó de lleno al campamento de refugiados y refugiadas de Palestina de Yarmouk. Ahora la esperanza vuelve al campamento.

Los servicios de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados y refugiadas de Palestina, paralizados por la guerra, se empiezan a retomar con una clínica móvil que pasa consulta cada miércoles.

Khadraa Mohammad al-Mawed todavía recuerda el color y los olores de los naranjos y los olivares en Saffuriya, cerca de Nazaret. Huyó de Palestina cuando era joven en 1948, primero a Líbano y luego a Siria, donde se estableció con su familia.  

La guerra siria que cumple un decenio este año, afectó de lleno al campamento de Yarmouk en el que vivía como refugiada. En diciembre de 2012, estallaron feroces enfrentamientos en Yarmouk que causaron numerosas víctimas civiles, graves daños en las propiedades y el desplazamiento de miles de personas refugiadas de Palestina, como Khadraa. El campamento estuvo sitiado desde julio de 2013, lo que restringió drásticamente la entrada de bienes comerciales y humanitarios. Miles de personas quedaron atrapadas en el campamento bajo asedio durante meses.    

Ahora, con 90 años, Khadraa se emociona al enterarse que el campamento de Yarmouk, en Siria, vuelve a funcionar: “Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando escuché que los servicios UNRWA se reanudaban en mi campamento”.  

Yarmouk era su segundo hogar. “Cuando comenzó la guerra en Siria, sentí que cada bomba, cada explosión me quitaba algo de esperanza. Me sentí devastada cuando vi Yarmouk en ruinas”. Antes del comienzo del conflicto en marzo de 2011, el campamento albergaba aproximadamente a 160.000 refugiados palestinos, lo que la convierte en la comunidad de refugiados y refugiadas de Palestina más grande de Siria. Situado a ocho kilómetros de Damasco, tenía un valor simbólico para la diáspora.  

La violencia dejó a su paso miles de escombros, esqueletos de edificios que parecen fantasmas durante la noche. La familia de Khadraa quedó destrozada y la mayoría huyó del país. “Pero yo no quería irme. Me negaba a mudarme de nuevo, a menos que fuera de regreso a mi tierra natal. Moriré aquí o en Palestina. Vivo con mis recuerdos”, afirma contundente Khandraa.  

Ella es la mayor de una de las aproximadamente 430 familias que viven actualmente en el campamento. Muchas de ellas han regresado a él porque ya no pueden permitirse seguir pagando el precio de los alquileres fuera de la zona. Sin embargo, las condiciones de vida dentro de Yarmouk siguen siendo increíblemente difíciles, sin servicios básicos disponibles hasta hace muy poco. Desde el 23 de septiembre, una clínica de salud móvil de UNRWA, una de las 25 instalaciones de atención primaria en Siria, visita el campamento todos los miércoles para brindar servicios desde el patio de una de nuestras escuelas destruidas. “Me emociona de ver la clínica. Además, UNRWA ya proporciona transporte para que los niños y niñas puedan ir a la escuela. Espero que pronto puedan ir a una en el campamento y que tengamos una clínica real. Pero esto es un comienzo, me hace sentir que no se nos olvida”.  

Hasta ahora Khadraa recorría un largo y agotador camino cada vez que tenía revisiones de salud fuera del campamento ya que padece diabetes, enfermedades coronarias y dolores articulares. Algo que además le suponía un gran coste económico invertido en transporte. Con los servicios de salud necesarios, ahora cerca de su casa, evita correr riesgos innecesarios en tiempos de pandemia al usar el transporte público.   

“También recibimos comida, mantas y utensilios de cocina hace algunos días. ¡Por primera vez en muchos años la distribución se realizó dentro del campamento!”, agrega con una sonrisa en su rostro.   

En las últimas semanas, los profesionales sanitarios de la clínica han tratado a unos 900 pacientes. Todos los miércoles reciben a un promedio de 65 personas, muchos de ellos con enfermedades crónicas e infecciones respiratorias.  

“Creo que muchas personas mayores evitaban buscar atención médica ya que el acceso era muy difícilEs desgarrador ver las condiciones en las que viven. Significa mucho para ellos, no solo recibir atención médica, sino también poder hablar. Somos como una familia para ellos. Muchos de los síntomas que muestran son provocados por el miedo y el estrés, por todos los horrores y atrocidades por los que han pasado”, comenta el doctor Imad Hamdan, médico de UNRWA.  

Además, la clínica juega un papel muy importante en la sensibilización y explicación de las medidas preventivas para evitar la propagación de COVID-19 en el campamento. “Sería una catástrofe aquí, la gente de Yarmouk no puede soportar ninguna carga adicional”, afirma el doctor. “Lo que necesitan ahora es esperanza. La vida necesita volver al campamento, siento que nuestra clínica es el comienzo de todo esto “. 

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