“¿Qué voy a decir? Fue una masacre”
14.05.2021Firma Jana Hassan
En una estrecha casa, situada en el campamento de Qaddura, en el centro de la ciudad de Ramallah, Umm Inam de 90 años, se sienta tranquilamente en su silla. El “thoub”, el vestido tradicional palestino, cubre su pelo blanco mientras ella sostiene su muleta. Con talante y fortaleza recuerda los acontecimientos que le tocó vivir en 1948, hace ya 73 años, y que darían lugar al inicio del gran viaje de la población refugiada de Palestina, el eterno viaje sin retorno, la Nakba o ‘catástrofe’.
“Yo era adolescente y vivía en un pequeño pueblo llamado Salbit, situado en el sureste de Ramla. Mi pueblo estaba lleno de huertos”, comenta Umm Inam que orgullosa recuerda lo rica que era su tierra para plantar todo tipo de frutas y verduras, especialmente trigo y aceituna.
En Salbit las casas eran arcilla y piedras y vivían unas 500 personas. Los residentes estaban acostumbrados a rezar en la gran mezquita que se construyó en el centro del pueblo y muchos estudiantes comenzaban a aprender a escribir y leer en una escuela que se construyó un año antes de la catástrofe palestina.
“En abril de 1948, comenzamos a escuchar noticias de una aldea cercana en la que muchas personas habían muerto y otras muchas fueron desplazadas a diferentes regiones, al otro lado del mar. Nos enteramos de crímenes horribles: padres que fueron asesinados delante de sus hijos o mujeres embarazadas a las que, mientras aún estaban vivas, los soldados les abrían la tripa para saber el género del bebé después de haber hecho una apuesta. Pensé que estos crímenes no los viviríamos nosotros, pero desafortunadamente me equivoqué.”
En mayo del mismo año, la madre de Umm Inam la despertó al amanecer y junto a sus hermanos salieron corriendo de su casa.
Huyeron con otras familias a una montaña adyacente al pueblo para que las mujeres y sus hijos pudieran esconderse, mientras los hombres permanecían en el pueblo defendiendo su tierra. Todos pensaban que, en unas horas, volverían a su pueblo.
“Estábamos sentados en la montaña con mucho miedo y frío. Dos hermanas se acercaron corriendo hacia su madre, gritando, con lágrimas en los ojos y una de ellas gritó desesperada que había visto cómo arrastraban el cuerpo de su tío”.
“¿Qué voy a decir? Fue una masacre, todos los que permanecieron en el pueblo murieron”, suspira entre sollozos y lágrimas.
Umm Inam perdió a su hermano en la guerra, no sabe de su paradero y reconoce que todos esperaban que en algún momento volviera, “pero no lo hizo”.
Mujeres y niños caminaron hacia un destino desconocido y sin saber nada de alguno de los miembros de sus familias. Llegaron a una de las aldeas de Ramallah e instalaron sus tiendas de campaña en las carreteras. Esperaban regresar a su pueblo en pocos días.
Pasaron los meses y la familia de Umm Inam comenzó a perder la esperanza. Vivían junto a otras familias en una tienda de campaña y dormían en la tierra sin la ropa necesaria para protegerse de las frías noches.
“Solíamos esperar a que mi madre pudiera traer algo de comida para alimentarnos, a veces no encontraba nada. En cuanto a la ropa, solíamos ponernos cualquier cosa que conseguíamos de las ayudas que llegaban al campamento. La mayoría de las veces no era ropa apropiada”.
Pasaron los años, la gente comenzó a convertir sus tiendas de campaña en casas hechas de arcilla y zinc para protegerse de las fuertes lluvias en invierno y del calor en verano. Establecieron su pequeño campamento en el centro de Ramallah y lo llamaron “campamento de Qaddura”. Tenía una superficie de 25 dunums (2,5 hectáreas), y la población en ese momento era de 977 refugiados y refugiadas. En Salbit ya nada volvió a ser como antes. Hoy en día es un asentamiento israelí llamado “Shefayim” y las familias nunca pudieron regresar.
Esta historia se repitió en muchas de las aldeas palestinas y desde entonces sus habitantes se convirtieron en refugiados y refugiadas de Palestina. Hoy son 5,7 millones de personas que siguen esperando una solución justa y definitiva a su situación.