Pequeñas victorias
17.02.2014“Nuestros padres nos hablaron de la Nakba de 1948”, dice Lama. “Nosotros no la vivimos. Pero estamos teniendo nuestra nakba ahora, y es doloroso”. Lama representa un eslabón en la cadena del sufrimiento palestino; escuchó las historias de 1948 a sus padres y contará la historia del conflicto sirio a sus hijos y nietos.
La historia de Lama comienza en Yarmouk, el campamento de refugiados de Palestina que permanece sitiado junto a Damasco. El marido de Lama, Mohammad Jaafari, explica que la metralla destruyó la casa familiar. Cuando la situación empeoró, huyeron con sus tres hijos hasta Líbano. Después de tres noches de agotamiento, privaciones y desplazamiento, llegaron al campamento de refugiados de Beddawi. Allí, al igual que muchos de los refugiados de Palestina de Siria que huyeron a Líbano en busca de refugio, se encontraron con nuevos retos.
“Pasamos aquella mañana caminando sin rumbo por las calles y callejones”, cuenta Mohammad, quien asegura además que no fueron capaces de caminar durante mucho tiempo debido a problemas de salud, tanto él como Tala (7 años), una de sus hijas, sufren epidermolisis bullosa, una enfermedad de la piel.
“En Siria no vivíamos en un mundo empobrecido, por eso que sentimos esta humillación, indignidad y privación”, añade Lama. Esta situación le preocupa por Tala: “Su enfermedad empeora día tras día. Tuve que dejar de enviarla a la escuela debido a que los estudiantes no la aceptaban. No existe una cura para su enfermedad, no existe un tratamiento proporcionado para nosotros”. La pérdida de su casa es una cosa, pero perder el futuro de su hija es otro duro golpe.
Acostumbrarse a Líbano ha sido un proceso lento y difícil. Después de los primeros días en Beddawi, que fueron agotadores, la familia recibió la vivienda y la asistencia financiera de UNRWA, que ha hecho posible que alquilen una casa de dos habitaciones. Sin embargo, el alquiler es caro y la casa se ha ido quedando pequeña a medida que han ido llegando familiares que como ellos han huido del conflicto que vive Siria.
En estas circunstancias, cada pequeño éxito es importante. “A finales de 2013, con la asistencia en efectivo hemos sido capaces de comprar ropa de invierno para nuestros hijos para protegerlos del frío”, dice Lama, quien agregó que el resto del dinero se gastó en mantas y sábanas.