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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - “No puedo pensar en dejar mi tierra”  

“No puedo pensar en dejar mi tierra”  

El olivo es símbolo de Palestina. Por ello, las semanas de preparación de la recogida de aceitunas y los días de recolecta han estado cargados desde siempre de un valor cultural, familiar, económico y de arraigo a la tierra. Ahora también, significan resistencia a la ocupación israelí.  

Para muchas familias palestinas y refugiadas de Palestina, esta época está también cargada de inseguridad, de miedo y de impotencia, ya que el ejército israelí controla el acceso a sus tierras y no pueden trabajarlas libremente. “Mi familia y yo tenemos una tierra confiscada”, explica Murad Atta Muhammad Nasser, un palestino de Deir Saharaf, en Cisjordania. “No podemos acceder desde 2002. Fue confiscada por el ejército israelí con la excusa de proteger el asentamiento”, explica.   

Ese mismo año, Israel empezó a construir el muro de Cisjordania, que atraviesa la región y aísla las tierras de sus propietarios. No pueden ir a cuidarlas o a revisar cómo evolucionan sus cosechas. 

El ejército israelí vigila y da permiso para que las familias palestinas acudan a sus terrenos. “Solo accedemos a la tierra dos veces al año. Un día en mayo para arar y tres en octubre para recoger las aceitunas”, se lamenta Murad Atta. Fuera de esas fechas está totalmente prohibido. Además, asegura que es peligroso porque hay una valla eléctrica y está controlada por militares.  

“Para la cosecha de octubre nos dan tres días con un horario limitado. De las 8:00 a las 14:00 horas. Además, el ejército israelí vigila a cada grupo de agricultores”, dice Murad Atta. Las familias agricultoras sufren registros por parte los militares durante las jornadas laborales, por lo que no pueden trabajar a gusto y no se sienten seguras en sus propias tierras.  

Hay otras duras consecuencias derivadas de las limitaciones. “Las restricciones nos afectan mucho económicamente”, explica Murad Atta. Para él, el 30% de sus ingresos provienen de la venta de aceite.  

“Ahora tenemos otro problema. Desde hace unos cinco años, vienen los colonos a robar las aceitunas. No recogen las aceitunas igual que nosotros, sino que rompen las ramas”, se queja Murad. 

A pesar de las dificultades, las familias palestinas no piensan en abandonar sus terrenos y olivos. “No puedo pensar en dejar mi tierra, debo ir porque es mi tierra y no la puedo dejar nunca. Debo ir y hacer acto de presencia. Si no vamos a la tierra, será confiscada y la perderemos del todo”. Murad Atta lo tiene claro. “Deseamos liberarnos de esta ocupación para recuperar nuestras tierras y ser totalmente libres”, añade Murad.  

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