La población refugiada de Palestina: la historia compartida de tres generaciones
20.06.2025“Me siento bendecida por haberme criado en Palestina”
Para las personas refugiadas de Palestina, estén donde estén y hayan crecido donde hayan crecido, las historias sobre su tierra, sus hogares y el pasado de sus familiares más mayores allí, han marcado su forma de entender su identidad.
Las generaciones refugiadas de Palestina más jóvenes han escuchado a sus abuelos y a sus padres hablar sobre Palestina y sueñan con volver. A casi seis millones de personas, no les une solo el estatus de refugiadas, sino que el sentirse palestino y el anhelo por volver a su tierra es su principal seña de identidad.
Rania Qawasma siempre ha escuchado la historia de cómo sus abuelos fueron expulsados a la fuerza de sus hogares en Ramleh y Jerusalén. Tras la huida forzosa la familia se tuvo que enfrentar a varios desplazamientos.
Ella, que actualmente es diseñadora de viviendas y reside en Estados Unidos, creció en la Cisjordania ocupada y asistió a las escuelas de UNRWA en Al-Khalil. Más adelante se mudó y parte de su infancia estuvo marcada por el dolor de su madre por no poder visitar a su familia y Palestina tanto como quería, pero siempre se esforzó en que sus hijos la pudieran disfrutar.
“De pequeños, rara vez teníamos dinero para visitar a nuestra familia en Palestina. Sé que afectó mucho a mi madre estar lejos de sus padres y su familia. A pesar de las dificultades, siempre se aseguraba de que cada verano preparáramos las maletas, voláramos a Amán y cruzáramos la frontera a Palestina a pie”, recuerda.

El recuerdo y el dolor de la expulsión se ha quedado también en Rania, aunque no la viviera. Pero a pesar de ese trauma compartido y heredado, se siente agradecida por ser palestina. “Me siento bendecida por haberme criado en Palestina. Mi crianza fue moldeada por mis padres, abuelos y su sabiduría y amor palestinos”, asegura. Hoy, cuando piensa en su tierra, piensa también en la historia de su familia.
Como madre palestina ha criado a sus hijos en la diáspora, les ha transmitido el orgullo de sus orígenes y los ha llevado a conocer su tierra y la de sus familiares para que puedan experimentarla y vivirla. “Tengo muchos recuerdos hermosos de mis hijos. Uno de mis favoritos es el de mi hija, Zaina, y mi hijo, Qais, recogiendo fruta de la tierra de mi familia con mi padre”, cuenta.
“En uno de nuestros viajes a Palestina, justo después de llegar a casa de mi familia e intercambiar los tan esperados abrazos y besos, los niños salieron corriendo a explorar el viñedo y el huerto de mis padres […] Los seguí y tomé fotos para conmemorar ese precioso día”.
El vínculo de las personas refugiadas de Palestina con su tierra sigue vivo a pesar de haber pasado 77 años desde que tuvieron que huir y es así gracias a los abuelos y abuelas, madres y padres, tíos, primos o vecinos.