En Siria las cicatrices del conflicto son evidentes, pero la esperanza y la resiliencia entre los estudiantes permanecen firmes
24.05.2022Los niños y niñas salen a las calles del campamento de Yarmouk, Damasco, gritando de alegría y celebrando entre risas el fin de las clases. A pesar de que Yarmouk está en ruinas, como consecuencia de la guerra que estalló en Siria en 2011, el entusiasmo y la pasión de los estudiantes refugiados y refugiadas de Palestina por la escuela permanecen intactos. La mayoría de las instalaciones de UNRWA en Yarmouk, incluidas 16 escuelas, sufrieron graves daños en el conflicto.
Jana y Rama son dos de las estudiantes de la escuela Said al-Haj Ali de UNRWA y ahora ambas pueden ir en autobús a la escuela.
Antes de que comenzara la crisis en 2011, Yarmouk era un hogar bullicioso para casi el 30% de la población de refugiados y refugiadas de Palestina en Siria. Hoy, el impacto del desplazamiento y las penurias se suman a las difíciles condiciones de vida. Las familias de Jana y Rama se encuentran entre las 160.000 personas refugiadas de Palestina que se vieron obligadas a abandonar Yarmouk cuando estalló la violencia. Han sido desplazadas varias veces desde entonces. Años después del desplazamiento, regresaron al campamento luchando por rehacer sus vidas.
Rama y su familia regresaron a Yarmouk hace unos cuatro años. Fueron los primeros en volver a la zona pero no pudieron rehabilitar su casa al completo debido al alto coste de la reparación. “Estábamos emocionados por regresar al campamento, pero abrumados por la cantidad de trabajo que mi padre tuvo que hacer para reparar la casa”, explicó Rama. Al principio, su familia luchó, viviendo en malas condiciones, rodeada de edificios destruidos. Ahora, todos viven en la casa de un amigo de la familia. “La habitación en la que vivimos estaba vacía, pero poco a poco las cosas han ido mejorando y fuimos comprando cosas para la casa”. Rama pudo inscribirse en la escuela Said al-Haj Ali de UNRWA y, después de un comienzo de curso inestable, demostró ser una estudiante comprometida. “Cuando llegamos allí, UNRWA facilitó nuestro reingreso a la escuela. Tuve algunas dificultades al principio, pero trabajé duro y mis notas mejoraron”.
Rama, estudiante de séptimo grado, alentó a Jana a regresar a Yarmouk. “Volvimos al campamento en 2019 y vivimos en la casa de mi tía, que pudo ser parcialmente reparada”, comenta Jana. En medio de una fuerte subida del precio de los materiales de construcción, muchas personas repararon sus casas en la medida de sus posibilidades. Al igual que miles de personas refugiadas de Palestina, Jana perdió a su padre en el conflicto y es su tía quien la cuida. ”La vida sigue siendo dura”, explica Jana.
Jana explica que un pequeño gato le ayudó a ella y a Rama a conocerse. A ambas les gustan los animales, incluidos perros, gatos, palomas y tortugas, y ambas sienten que las mascotas pueden ayudar a fortalecer las relaciones. En la escuela desarrollaron una fuerte amistad: “Nos gusta nuestra escuela porque nuestros maestros nos apoyan y son amables”.
Antes de que UNRWA proporcionara los autobuses para transportar a los estudiantes, solían caminar entre los escombros de la guerra todos los días para llegar a sus escuelas, soportando un camino aterrador. Solían sentirse inseguros en “el pueblo fantasma”. “Caminábamos en medio de la carretera rodeados de edificios ennegrecidos y perros callejeros por temor a que nos cayera un muro destruido sobre la cabeza”, recuerdan. El hecho de que UNRWA proporcionara un autobús para transportar a los estudiantes les animó a ir a la escuela. “Nos sentimos mucho más seguras con el autobús que caminando todos los días”.
UNRWA se esfuerza por garantizar que su programa educativo brinde a los niños y niñas refugiadas de Palestina una educación de calidad que les ayuda a desarrollar su resiliencia y futuro.