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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - “Debemos sentir que no se nos olvida”

“Debemos sentir que no se nos olvida”

“Mi nombre es Husni Abd al-Hai Matariyyeh Abu S’eifan, soy el número 43”. Así es como Husni, conocido como Abu al-Abed, tiene que identificarse en los controles israelíes. “El nombre es insignificante, lo importante es que primero le digas al soldado tu número para que puedas llegar a casa”. 

Abu al-Abed es refugiado de Palestina, del barrio de Wadi al-Hussein, en la zona conocida como H2, en la ciudad de Hebrón, Cisjordania.  

Hebrón es la segunda ciudad más grande de Palestina y se divide entre la zona H1, controlada por la Autoridad Palestina, hogar de 200.000 palestinos y palestinas, y la H2 controlada por Israel, que incluye la expansión de los asentamientos israelíes y alrededor de 33.000 personas palestinas.  

Los ojos de Abu al-Abed se llenan de dolor al explicar la situación de su familia. La proximidad de su casa al muro y al asentamiento israelí adyacente de Kiryat Arba les supone un gran sufrimiento. El acoso, la violencia y el abuso al que son sometidos por parte de los colonos y el personal de las fuerzas de seguridad de Israel son insoportables.  

El mes pasado, unos 20 colonos, algunos de los cuales estaban armados, invadieron la comunidad de Wadi al-Hussein. Escoltados por soldados de las fuerzas israelíes, los colonos entraron en la casa de la familia, rociaron la cara de Abu al-Abed con gas pimienta y le arrojaron una piedra al pecho. 

Además de la violencia directa de los colonos, el sufrimiento de Abu al-Abed y su familia se ve exacerbado por la gran cantidad de restricciones de acceso y circulación impuestas a los palestinos y palestinas que viven en su comunidad y en otras partes de la zona H2.  

Los residentes de Palestina deben pasar por los puntos de control israelíes para llegar a sus hogares y acceder a los servicios esenciales, incluidos los sanitarios y educativos fuera de Wadi al-Hussein. A Abu al-Abed y sus vecinos se les han asignado números para que los utilicen en estos puestos de control. El suyo es el 43. El nombre les es indiferente. 

En Wadi al-Hussein, las 10 familias de refugiados necesitan con urgencia apoyo y protección para vivir con dignidad y paz y asegurarse de que pueden acceder a los servicios esenciales.  

Las familias deben sentirse seguras en sus hogares frente a las piedras y los botes de gas lacrimógeno arrojados por los colonos. Necesitan cubrir sus ventanas, pasillos y jardines con malla de alambre y cercas para proteger sus bienes de daños y a sus hijos de lesiones. 

Otra preocupación en la zona son los frecuentes cortes de energía, lo que hace que las cámaras de vigilancia instaladas en cada rincón de su patio dejen de funcionar. Estos son uno de los pocos elementos de disuasión que quedan a disposición de las familias para evitar que los colonos entren en sus hogares. Las cámaras de vigilancia se instalaron después de que colonos de Kiryat Arba irrumpieran en la casa de Abu al-Abed el 4 de diciembre de 2008, le prendieran fuego y luego dispararan contra la familia, hiriendo a Abu al-Abed, su padre y su sobrino. Durante este incidente, se impidió que las ambulancias llegaran durante más de dos horas. En los años transcurridos desde su instalación, estas cámaras han documentado innumerables ejemplos del acoso y violencia. 

En lo que va del año, se registraron 873 casos de violencia de colonos en Cisjordania, incluidos 280 casos solo en mayo, que hirieron a 153 palestinos y palestinas.  

Abu al-Abed enfatiza que, tras el cierre de la misión de observación internacional ‘Presencia Internacional Temporal en Hebrón’, por parte del gobierno israelí a principios de 2019, “la situación empeoró mucho y ahora estamos pagando el precio de cualquier incidente, independientemente de dónde haya ocurrido”. Durante el reciente conflicto en Gaza en mayo, por ejemplo, el hostigamiento de los colonos aumentó considerablemente y la cantidad de piedras arrojadas a la familia aumentó a diario.  “Debemos sentir que no se nos olvida”, reclama agobiado.  

Después de más de 70 años, Husni, su familia y su comunidad continúan enfrentándose a la violencia cada día y siguen en riesgo de ser trasladados por la fuerza. Esto continuará hasta que haya una solución justa y definitiva a su situación. 

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