DE ESTUDIANTE A DIRECTORA: DANDO ESPERANZA A LAS PERSONAS REFUGIADAS
04.07.2019La educación es un derecho humano fundamental para los niños y niñas de todo el mundo, desde Francia y Suiza hasta la India, pasando por Canadá y Sudáfrica. Y tiene el poder de cambiar las vidas de los niños, proporcionándoles las habilidades y los conocimientos necesarios para tener éxito.
Pero no siempre es así en el caso de los refugiados. El acceso a la educación no es un hecho, especialmente si eres niña en un campo de refugiados, como lo era yo.
Entré en la Escuela Básica para Niñas Nur Shams, dirigida por la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA), en un pequeño campamento de refugiados en el norte de la Ribera Occidental. Allí, como una niña tímida sentada en la primera fila de la clase, me dieron la información y las habilidades de vida que me ayudarían a formar en quien me convertiría. Y sé lo afortunada que fui de tener esa oportunidad. Nunca olvidaré el día en que uno de mis primas fue obligada a dejar la escuela a los 13 años y se casó poco después porque sus padres no creían que debía ir a la escuela. Todavía la oigo llorar y siento mi propia impotencia ante este crimen contra la infancia.
Fue en ese momento cuando decidí aferrarme a cualquier oportunidad que tuviera de cambiar mi futuro y el de otras refugiadas, para que cualquier niña que quisiera ir a la escuela pudiera hacerlo. Ahora, 20 años después, estoy de vuelta en la misma clase donde solía sentarme cuando era niña, pero ahora soy maestra y directora de escuela. Me di cuenta de que la mejor manera de ayudar a los demás era convertirse en maestro y trabajar con UNRWA para contribuir a la comunidad. Así que me abrí camino hasta que me gradué como profesora de inglés en la Universidad An Najah de Naplusa, que se encuentra en territorio palestino ocupado. Ahora soy una de los más de 17.000 refugiadas de Palestina que están enseñando a niños y niñas refugiadas de Palestina en Cisjordania, Gaza, Jordania, Líbano y Siria, ayudándoles a alcanzar su mayor potencial para un futuro más brillante.
Sé que nada en mi vida hubiera sido posible sin la valiosa educación que recibí. Me siento honrada de ayudar a mis compañeras refugiadas asegurándome de que tengan la misma oportunidad de vivir y estudiar que yo tuve. En las escuelas de UNRWA, potenciamos a los refugiados de Palestina vulnerables, en particular a las niñas, mediante una educación equilibrada en función de su género. Estamos muy orgullosos de que la mitad de los estudiantes de UNRWA sean niñas. En el pasado, las niñas podían terminar fácilmente sin esperanzas de futuro: casadas a una temprana edad, cuidando del hogar y de sus hijos e hijas, quedándose en casa o trabajando en el campo. Pero esto ya no ocurre. El 80% de las niñas de Nur Shams que se gradúan de las escuelas de UNRWA van a la universidad y cumplen su sueño de ser médicos, ingenieras, maestras o enfermeras.
Fomentamos las oportunidades de éxito en todos nuestros estudiantes, incluyendo aquellos con necesidades sociales. Rua, una de mis alumnas, por ejemplo, nació con problemas de salud que le impiden caminar o usar las manos. A través de nuestro enfoque de Educación Inclusiva, cuando ella vino a nuestra escuela, nos aseguramos de que su condición de salud nunca fuera un obstáculo para su realización académica. Las clases tenían lugar en la planta baja, y los profesores le traían los ordenadores del segundo piso para explicarle las lecciones. Rua se sometió a exámenes verbales después de que el consejero escolar trabajara con ella con reuniones y actividades para aumentar su confianza. Y todo valió la pena: Rua está ahora en la universidad estudiando psicología.
Me enorgullece que Nur Shams – y todas las escuelas de UNRWA – tengan un buen rendimiento académico y bajas tasas de abandono escolar. Enseñamos derechos humanos, resolución de conflictos y tolerancia. En la actualidad, los niveles de alfabetización y educación de los refugiados de Palestina se encuentran entre los más altos de Oriente Medio. Gran parte de esto, es el resultado de una cultura de aprendizaje que reconoce el entorno desafiante y adverso en el que viven los niños y niñas, pero que se centra en el rendimiento y el bienestar de los estudiantes. Los fuertes lazos entre la escuela y las familias refuerzan el espíritu de colaboración dentro de la comunidad. Esta educación básica de alta calidad y el entorno de apoyo, ayudan a los jóvenes refugiados de Palestina a desarrollar las aptitudes necesarias para prosperar como adultos y convertirse en miembros activos de su comunidad.
Pero a pesar de nuestra dedicación y compromiso para proporcionar educación a los refugiados y las refugiadas de Palestina, los desafíos siguen creciendo. En este momento el desafío financiero se cierne sobre nuestras cabezas cuando termina un año escolar y nos preparamos para uno nuevo curso. Después de la decisión de los Estados Unidos de dejar de apoyar a UNRWA el año pasado, trabajamos duramente para asegurar una educación ininterrumpida para nuestros estudiantes, admitiendo más niños por clase, pero ahora necesitamos saber urgentemente que tenemos suficientes fondos para poder abrir nuestras puertas de nuevo el 25 de agosto y dar la bienvenida a los niños y las niñas en el próximo año escolar.
En el Día Mundial del Refugiado, animo a los donantes pasados, presentes y futuros de UNRWA a que nos ayuden a defender el derecho básico a la educación de nuestros hijos y a garantizar que regresen a sus aulas para poder aprender.
Los niños y niñas, sean o no refugiados, merecen acceso a una educación de calidad. Es un derecho, no un privilegio, y no debe convertirse en una víctima de los recortes ni de la politización de la ayuda. Los países de todo el mundo pueden y deben hacer mucho para garantizar que los niños y niñas refugiadas tengan educación y esperanza. No son diferentes a otros niños que se descansan del colegio en verano, pero necesitan saber que, a partir de septiembre, podrán volver a sus pupitres. Más que palabras, necesitamos acciones.