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UNRWA España - Actualidad sobre los refugiados de Palestina - “Corrí por las calles con mis hijos, mientras las bombas caían a nuestro alrededor”    

“Corrí por las calles con mis hijos, mientras las bombas caían a nuestro alrededor”    

Alaa es padre de cuatro niños en Gaza, tres de los cuales padecen talasemia, una enfermedad de la sangre, que hace que la ingesta de alimentos nutritivos sea vital para su supervivencia. Cuanto mejor sea la nutrición, más tiempo puede pasar entre una transfusión y otra. La falta de alimentos y acceso a atención médica en la Franja supone un peligro de muerte para ellos.

Antes de octubre, Maysarah, Abdullah y Samir necesitaban transfusiones de sangre cada dos semanas. La desnutrición ha provocado que las necesiten semanalmente. Además, la falta de medicamentos también afecta gravemente su estado de salud.

La familia ha sufrido mucho en los últimos meses por la violencia y el desplazamiento. “Al principio abandonamos nuestra casa en Beit Lahia tras recibir órdenes de desalojo. Entonces fuimos a la escuela Fakhoura de UNRWA, con la esperanza de que fuera un lugar seguro”. Pero los ataques alcanzaron la escuela y se vieron obligados a marcharse aterrorizados. “Corrí por las calles con mis hijos, mientras las bombas caían a nuestro alrededor y todo se derrumbaba”

Llegaron al hospital infantil Al-Naser, donde, una vez más, pensaban que estarían a salvo. Pero, lamentablemente, como ha quedado demostrado durante meses, ningún lugar en Gaza es seguro y el hospital fue atacado. “Tuve miedo de no poder proteger a mis hijos de las personas que salían corriendo en estampida. Miles se apiñaban frente al hospital, mientras los aviones lo bombardeaban”, cuenta angustiado.

Se instalaron en Rafah, en pésimas condiciones y cuando anunciaron la operación militar allí, volvieron a Al-Mawasi. “No pude encontrar ningún hospital, así que me resigné y monté una tienda de campaña aquí, sobre las dunas de arena. No hay agua ni hospital cerca”.

Mientras se instalaban su hijo Abdullah se desmayó. Alaa buscó la forma de llegar al hospital Al-Aqsa, pero cuando llegaron, estaba “lleno de muertos y heridos por los bombardeos constantes […] No pude encontrar una cama vacía”.

Cuando el equipo médico pudo examinar a Abdullah, descubrieron que necesitaba una transfusión de sangre inmediatamente, pero el hospital no podía proporcionarlas por la alta demanda de los heridos.

Alaa desesperado salió del hospital a pedir ayuda a las personas que encontraba. “Finalmente, un joven estuvo dispuesto a donar sangre. Cuando regresé al hospital, mi hijo Abdullah ya había muerto”.

La historia de la familia de Alaa es desgarradora. El colapso del sistema sanitario en Gaza es insostenible y se cobra vidas a diario. En UNRWA seguimos trabajando a través de nuestros puntos médicos y centros de salud, pero hace falta mucho más para poder hacer frente a las necesidades de la población.

 

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