“Cantamos por la paz, cantamos por la vida, cantamos por Gaza”
05.06.2025Ahmed Abu Amsha enseña música a niños y niñas desplazados en Gaza para que encuentren un respiro al dolor y mantener viva su esperanza
La plaza Al-Jundi, antes de octubre de 2023, era el bullicioso corazón de la ciudad de Gaza. Ahora, el bullicio continúa, pero entre las tiendas de campaña que albergan a cientos de familias desplazadas tras más de 19 meses de violencia.
Entre las tiendas, a veces aflora música, gracias a Ahmed Abu Amsha, que se ha convertido en una especie de trovador humanitario. Es originario de Beit Hanoun, una pequeña ciudad situada al noroeste de la Franja. Ahmed era profesor de guitarra y coordinador regional del Conservatorio Nacional de Música Edward Said.
Ahora, sobrevive con su familia en una precaria tienda de campaña, pero se niega a dejar que la desesperación y el pánico apaguen la esperanza. Para aportar un poco de luz en el día a día de quienes le rodean, enseña música a los niños y niñas desplazados cerca de él. Les ayuda a encontrar momentos de alegría y de distracción a través de canciones.
A pesar de que su familia ha sido desplazada hasta 12 veces, en cada huida se han llevado sus instrumentos. “Son lo único que nos mantiene con esperanza”, explica sentado junto a una tienda de campaña, mientras sostiene su guitarra en su regazo.

La vida diaria en el campamento es una tortura. Las personas se ven obligadas a moverse en callejones estrechos, a hacer colas para conseguir agua, además de sufrir la incertidumbre constante por sobrevivir. Por ello, en mitad de la desolación, lo que ha creado Abu Amsha es extraordinario: Gaza Bird Singing, un grupo musical formado por niños y niñas desplazados con talentos emergentes.
La idea surgió durante un periodo de desplazamiento en Al-Mawasi, en Khan Younis. Allí comenzó a enseñar a menores a cantar y a tocar. Desde entonces, el grupo ha actuado en varios campamentos, su música resuena también en las redes sociales y aporta un rayo de esperanza ante tanto dolor y sufrimiento.
La pasión por la música de Ahmed la ha heredado su hijo Moein, que toca el ney, un instrumento de viento similar a una flauta, y lo lleva a todas partes. “Nos han desplazado más de once veces y siempre llevo mi ney conmigo. Es lo único que me ayuda a olvidar el sonido de los bombardeos”, explica el joven.
Por su parte, Yara es una joven violinista que aprende bajo la tutela de Ahmed. “Siempre que tengo miedo, toco. La música me hace sentir segura”, explica. En un contexto tan hostil, el sonido de la música se siente al mismo tiempo surrealista y esperanzador.
En mitad de tantas personas desplazadas, encontrar un lugar tranquilo es complicado, pero bajo las lonas de las tiendas, los niños y niñas se reúnen para jugar o tocar sus instrumentos y, a la vez, tratan de olvidar el horrible sonido de los bombardeos.
Ahmed se mantiene firme en su misión. “Cantamos por la paz, cantamos por la vida, cantamos por Gaza”. A pesar del sufrimiento y del caos del campamento, la iniciativa musical alivia el miedo y la ansiedad provocada por veinte meses de violencia y desplazamiento.