Abu Khamis y la lucha de Khan Al-Ahmar
02.10.2014EL SÍMBOLO DE RESISTENCIA ES UNA PEQUEÑA ESCUELA FABRICADA CON NEUMÁTICOS Y ADOBE.
ABU KHAMIS Y LA LUCHA DE KHAN AL-AHMAR
FOTOS: Gervasio Sánchez
Su tono es pausado y su mirada amable, pero contundente. A Abu Khamis le brillan los ojos con emoción cuando habla de su pueblo, la comunidad beduina y su lucha para preservar los derechos más básicos de movilidad, alimentación o sanidad. Una lucha que cristaliza en el derecho a la educación y cuyo símbolo de resistencia es una pequeña escuela fabricada con neumáticos y adobe que las autoridades israelíes amenazan con demoler desde 2009.
Abu Khamis actúa con el mismo tesón con el que habla y denuncia de manera abierta la situación que enfrentan las comunidades beduinas y la vulneración de derechos humanos. Por el campamento en el que vive, Khan al-Ahmar, han pasado diplomáticos, estudiantes, representantes de partidos políticos, agencias internacionales de Naciones Unidas, ONGD o periodistas, y todos ellos han querido mostrar su solidaridad en un extenso libro de visitas. “Incluso le escribí una carta a Obama cuando estuvo en Cisjordania”, cuenta con orgullo. En 2013 le invitaron a asistir a un festival de cine y derechos humanos en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, pero Israel le denegó el visado para viajar. “La Administración civil israelí nos ha propuesto transferirnos a otra zona muchas veces, pero siempre nos hemos negado”. Khan al-Ahmar es una pequeña comunidad en la que viven 22 familias, unas 120 personas. Está ubicada en el sector E1, cerca de Jerusalén.
“Llegamos del Néguev en 1951, tras la guerra de 1948, y desde entonces hemos perdido el 95% de nuestro ganado, nuestra forma tradicional de vida. No tenemos espacio para movernos y nos da miedo que nos maten las ovejas; por eso, aunque sólo tenemos 15, están en un redil”, cuenta Abu Khamis.
En Khan al-Ahmar el espacio cada vez es más reducido. Está rodeado por carreteras, por el asentamiento ilegal Kfar Adumim, construido en 1979, y por una zona militar israelí en la que “a veces hacen maniobras y arrojan explosivos; hay muchos mutilados por la zona”, cuenta Abu Khamis.
Junto a las limitaciones a la movilidad, el acceso al agua es otro de los grandes problemas en esta zona:
“La única posibilidad que tenemos es comprar el agua a una compañía israelí, pero a veces los colonos nos cortan las tuberías que recargan los tanques”, señala.
COLORES ENTRE LA ADVERSIDAD
A primera vista, desde la carretera, esta comunidad beduina no parece diferenciarse mucho de las decenas que hay en la Zona C de Cisjordania. Sin embargo, una mirada más atenta permite descubrir una pequeña edificación de barro pintada con alegres dibujos de colores.
Se trata de una escuela fabricada con neumáticos viejos y adobe. “La comenzamos a construir en 2009 con el apoyo de distintas organizaciones internacionales, y desde el inicio está amenazada por una orden de demolición de las autoridades israelíes, así que cada seis meses tenemos que ir a los tribunales, con el coste de abogados que supone”. El centro se ha visto afectado por el plan de expansión del asentamiento de Ma’ale Adumim, aunque finalmente la demolición no se ha producido porque el Tribunal Superior de Justicia de Israel falló en contra y ordenó que se mantuviera en funcionamiento1. Sin embargo, su situación sigue siendo precaria, ya que tres asentamientos de colonos israelíes han pedido su demolición al Tribunal Supremo asegurando que la comunidad de Al-Jahalin ocupa sus tierras y supone una amenaza a su seguridad.
Esta escuela se ha convertido en el referente educativo, ya que Khan al-Ahmar es el único campamento con escuela de la zona. Atendida por siete docentes asignados por la Autoridad Nacional Palestina que imparten clase a más de 125 niños y niñas de cinco comunidades beduinas, es la única escuela que ofrece una educación a los niños de la tribu Al-Jahalin.
El acceso y el trabajo diario no son sencillos, según su directora, Halimeh Ali al-Zahayka: “Apenas hay medios, no hay ordenadores ni teléfonos. Además, yo vengo desde Jerusalén Este y antes había un pequeño acceso, pero los israelíes cerraron la carretera y ahora tenemos que cruzar la autopista cada mañana”. Sin embargo, Halimeh se muestra orgullosa de su trabajo: “Si no existiera esta escuela, si Abu Khamis no luchara contra su demolición, decenas de niños y niñas no estarían estudiando, aprendiendo y compartiendo”.
Desde su creación, Abu Khamis es el jefe del Consejo de Estudiantes, una tarea que combina con la lucha por los derechos de la población beduina y con un trabajo asalariado como conductor de bulldozer en Jericó que le ayuda a apoyar a su familia, ya que tiene cuatro hijos y tres hijas.